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Sentía ganas de matarlo, muchas, encima que intentaba ser agradable con él, se buscaba el que lo tratase mal. Lo siguió sin decir nada y muchos menos hablo cuando volvió a llamarla error y su sangre hirvió, aun así no hizo ni dijo nada, trataba de controlar su ira, supuestamente era lo que siempre la metía en problemas pero, algo hizo que sus intenciones de controlarse acabasen, eso de mentar a su padre hizo que una rápida transformación se diera en su cuerpo, igual que la otra vez, solo que en esta ocasión sentía dolor en sus colmillos, era raro, nunca la había pasado, ¿a qué se debería? En realidad Lilibeth no pudo pensar demasiado en si las cosas estaban bien consigo misma por el simple hecho de esa provocación tan vil.
-Ni se te ocurra meter a mi padre en esto, ya bastante ha pasado- era una mera provocación ella lo sabía, era consciente pero, pero... era su padre al que había mentado y pese a que él la repudiara y la tuviera miedo, era imposible el no querer protegerlo, era su padre al fin de cuentas.
Sin pensarlo dos veces se acerco hasta él, era rápida y eso lo sabía pero, tal y como hacía no podía ir tan rápida como la hubiera gustado por el simple hecho de que el suelo resbalaba si no se tenía cuidado con él, es mas, posiblemente al más mínimo descuido se caería. Intento darle un puñetazo en la cara pero era completamente consciente de que su contrincante era un vampiro, no eran los humanos que apuñalaron a aquel que puso su semilla para traerla al mundo, no iba a ser fácil darle un golpe pero por su orgullo que si lo haría, encontraría la manera de darle, aunque fuera un roce, no iba a permitir que ese hombre la dejará en mala posición.
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Michelangelo quedó estático, deseando que algo increíble pasara, quién sabe, quizá ella le diera una paliza, por irreal que se escuchara. No obstante, era una recién convertida, como fue de esperar, no hizo nada relevante, de hecho, ni tan siquiera logró que el vampiro mayor se sorprendiese o realizara algún gesto facial que denotara emociones, parecía más frío que un témpano cuando un menudo puño se aproximaba a su mejilla, es como si lo viese acercándose a cámara lenta. Lo paró con su palma y rodeó esa pequeña mano -comparada con las suyas-, le tomó menos de un milisegundo todo ello. No tenía intenciones de hacerle daño, pero sí empleó bastante fuerza para torcer su brazo contra su espalda, girarla, y agarrar ambas de sus muñecas con la misma mano que la había frenado, mientras que, con el brazo que le restaba, rodeaba su cuello y acercaba el cuerpo de la estudiante hacia su pecho, quedando más unidos de lo que deberían, llegando incluso a percibir el calor del otro.
Tan solo fueron unos segundos lo que tardó, pero él ya la tenía completamente inmovilizada, y la mano del vampiro apretaba la mandíbula de la muchacha al punto de hacerla consciente de que en cualquier momento, de ser otra persona y otra situación, estaría siendo ahogada. Un dilema empezaba a crecer, y es que la respiración del castaño recaía constantemente contra el cuello de la chica, permanecían muy cerca, tan cerca que le recordaba a la noche que la mordió. Sus ojos rojos la observaron desde las espaldas, sin querer, su mano se deslizó ligeramente, hasta acabar agarrando su cuello, tomándose bastante libertad en acariciar la piel de la menor, pero pudiendo usar el pretexto del entrenamiento para justificarse.
— Muy malos reflejos, tu padre ya estaría muerto —regañó su ronca voz contra el oído ajeno, recordando lo cerca que estaban sus cuerpos y soltándola para alejarla de él casi de inmediato. Ciertamente, ese contacto le había quemado de nuevo, como cuando tocó sus labios. Quería más, quería hacerlo de nuevo, pero iba a contenerse, era un hombre de morales, en teoría—. Segundo intento, a ver si lo puedes hacer mejor. Mira los gestos de tu oponente antes de atacar —aconsejó. No podía esperar para que fuera su turno.
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Se encontraba paralizada y no por el hecho de encontrase inmovilizada por parte de Michel, sentía que si quería podría librarse pero no podía, el calor que desprendía, su aliento en su cuello. Sus mejillas estaban completamente rojas, su cuerpo se sentía raro. Cuando estuvo libre lo miro, ¿qué debería de hacer? Estaba dudando, ¿cómo debía de atacar? Estaba nerviosa, sin comprender que la ocurría. Suspiro con suavidad y se preparo, no estaba segura de como proceder, comprendía que el vampiro delante de ella era mucho más fuerte e instintivo que cualquier otro por lo que esta vez estaba lista.
-Esta vez prepárate- debía continuar el entrenamiento, olvidar, no pensar en lo que había pasado, centrarse solo en lo que estaba haciendo. Cerró sus ojos por un breve momento y se dispuso a atacarle de nuevo. Lo miro con atención y volvió a proceder de la misma forma pero, esta vez, sabiendo que iba a hacer su contrincante así que en un rápido movimiento se deshizo del agarre, se agacho un poco e hizo un barrido con su pierna para que cayera al suelo. Sonrió con tranquilidad al verlo en el suelo -Esto te lo as merecido- alzo una ceja y se alejo un poco, preparándose para el ataque del hombre delante suya -Esta vez es tu turno, supongo que también tendré que aprender a defenderme.
Su tono era tranquilo, sus ojos rojos estaban pendientes de todo movimiento, estaba segura de que podía prever sus movimientos, no sabía como expresarlo, era como si su cuerpo la hablase, no estaba a la altura del vampiro pero contra otro sabía que podía defenderse. Estaba tan concentrada en sus pensamientos que no se dio cuenta del sitio que había decidido, estaba encima de la nieve pero, debajo de esta, había una capa de hielo formado por las bajas temperaturas, un mal movimiento y podría caer.
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Quiso poder frenar la caída a tiempo colocando su mano sobre el suelo, en cambio, apenas lo logró, y ahora tenía el culo frío y la espalda sobre la nieve. No pensó que lo fuera a tumbar tan rápido, la chica seguía desentrenada, de hecho, tuvo que verse forzado a parpadear varias veces para dar crédito de lo ocurrido.
— ¿Te parece gracioso? —inquirió divertido, aún tumbado en aquel frescor. Procedió a hacer un movimiento que la dejaría fuera de combate de igual forma, estirando su pierna, la tiró al suelo dándole un golpe a su tíbia. Sería mucha suerte si con ello no se ganaba también una postura incómoda, ¿verdad? Debido a la superficie donde Lilibeth se había quedado, resbaló no hacia atrás, sino hacia delante, ¿qué provocaría esto? Lo predecible, lo que hizo que a su profesor de inglés le saltaran todas las alarmas, cayó sobre el vampiro y apenas fue agarrada por los brazos segundos antes de que sus labios colisionaran, el castaño la tenía cogida de los brazos, pero sus luceros estaban abiertos y ligeramente asustados. ¿Qué diablos...? Estaban a punto de besarse, es decir, apenas había una barrera de centímetros que los separaba, los cabellos de ella habían caído a ambos lados de su rostro, en forma de catarata, y lo poco que él podía hacer, en vez de separarla, era mirar fíjamente a sus ojos.
Se tragó su respiración para evitar que ésta se mezclara con la de Lilibeth y finalmente, reaccionó, giró el rostro y la dejó caer sobre él, rodeándola de la cintura para ayudarla a levantarse más tarde.
—Creo, no, considero que hoy no es un buen día para entrenarte, sigo sin sentirme bien. ¿Qué te parece entrar a la casa, mejor? —no estaba sonrojado, y quien dijera que en las mejillas de Michelangelo Godsgrief yacía un tinte carmesí, sería inmediatamente asesinado por el vampiro de sangre pura.
Punto de vista de Carlo Godsgrief. Se había asomado unos instantes a ver el "exhaustivo" entrenamiento de su hermano, ¿qué fue aquello que apreció? Se frotó los ojos tras las lentes, llevaba consigo una copa de vino tinto, porque a veces le gustaba variar de tanta sangre. Soltó una sonrisa afónica, ella estaba sobre él, y parecían a punto de besarse. Deambulando por el castillo no encontró nada que perteneciera a la muchacha, por lo que conocería a su hermano de relativamente poco. ¿Cómo alguien tan nuevo en la vida de Michelangelo podía tenerlo de esa forma? El mayor se cuestionó qué tendría tan atrayente la niña.
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La joven había entrado en estado de pánico al verse derribada pero no por el derribo en si, sino por el lugar a donde iba a caer. La zona donde estaba colocada la había hecho resbalar, por lo que pudo comprender había hielo bajo la nieve pero eso no era lo importante. Se encontraba encima de Michelangelo, a escasos centímetros de besarse, eso si que era para estar alarmada. Su pelo callo a ambos lados de la cara del chico y, lejos de separarse, su cuerpo se quedo congelado, no la reaccionaba, por algún extraño embrujo, o algo similar, no podía apartar la mirada de los ojos de aquel hombre, ¿qué sucedía últimamente con ella? Desde que había llegado todo se había vuelto más extraño, antes nunca se hubiera imaginado que eso podría pasar entre ambos aunque solo había sido un accidente, un pequeño accidente por entrenar, tampoco habían llegado a nada, es decir, sus labios habían estado apunto de rozarse y terminar por besarse pero no había ocurrido. Se dejo ayudar a levantarse, por fin su sentido común había vuelto y su cuerpo reaccionaba.
-Si, tienes razón, hace frío y el suelo esta res...- se callo a si misma, no iba a decir que estaba resbaladizo, eso haría mención a lo que acababa de ocurrir -Quiero decir que no esta en buena condiciones para entrenar- no menciono nada más, no era capaz ni de mirar al chico, la verguenza la recorría por completo, estaba hasta sonrojada, era la primera en su corta vida que tenía una experiencia así con un hombre y, por si fuera poco, por poco le daba su primer beso al vampiro con el que peor se llevaba.
Suspiro con suavidad antes de hacer que su corazón se tranquilizase, comenzaba a odiarse por sentirse de esa forma, aunque ni sabía como se sentía, solo tenía claro de que su corazón había vuelto a latir, ¿sería por el susto?
-Mejor entremos, la temperatura esta bajando y tienes la ropa empapada, seras un vampiro pero puedes enfermarte- aun no se atrevía a mirarlo, no iba a darle el gusto de verla avergonzada, no señor, se mostraría como siempre.
Con cuidado comenzó a caminar hasta la puerta de la mansión, no quería volver a resbalar y caer de nuevo encima de Michel, lo que si se preguntaba era... ¿ese casi beso tendría alguna consecuencia?
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Recordó cómo sus progenitores siempre le alertaron de niño acerca de los problemas de convertir a neófitos, lo inservible de estos al lado de un vampiro común, de padres chupasangre. Estaba seguro, o eso se repetía vez tras vez hasta grabarlo en su piel, que Lilibeth debía ser inferior a él, no obstante, no tenía plena confianza en que aquello fuera cierto, y sus principales ideologías empezaban a tambalearse por sí solas. Carlo, su hermano, siempre había distado de las filosofías familiares, se negaba a ver a los neófitos como inferiores e incluso los había defendido delante de padre y madre, ganándose repudios y represalias, Michel nunca fue más allá, creyó firmemente las enseñanzas con las que le criaron e hizo de su zona de confort una burbuja. En resumidas cuentas, una buena forma de definir al profesor era: vampiro pijo mimado con ínfulas de grandeza.
Entró a la casa molesto, chasqueando la lengua por su vestimenta mojada y largándose a su cuarto de inmediato, a limpiarse, secarse y cambiarse de ropa por segunda vez en menos de una hora. Eso sí, antes de hacerlo todo, se dirigió a Lilibeth con cierta aspereza:
—Imagino que mañana podremos intentar algo mejor si no hay nieve —informó, dirigiéndose a ella pero sin mirarla—, ahora iré con mi hermano, no nos moleste —arisco cual gato al que acababan de mojar, el vampiro con la camisa blanca completamente pegada a su espalda y empapada, se marchó dándole unas vistas realmente agradables a la menor, pero, por otra parte, dejándola con el mal sabor de boca de ser considerada un error y ahora, ¡un estorbo!
Así se remontaba a su rutina de siempre, la cual parecía eternamente inquebrantable. Lo que no imaginaba Michelangelo es que Carlo tenía otros planes muy distintos para ellos dos, quería conversar largo y tendido con su hermano, pero no deseaba excluir a Lilibeth, una "vampiresa" -a sus ojos- invitada al hogar, de la diversión que ambos hermanos pudieran tener. Ya se las ingeniaría, el curioso abogado, para realizar alguna actividad grupal, era capaz de ponerle los pelos de punta del estrés a su hermano si así lo lograba.
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Se sintió mal de repente, se había divertido entrenando con Michel, lejos del pequeño accidente que había sucedido, pero todo había acabado cuando la hablo de esa forma. Frunció notoriamente el ceño y se volteo, ni se digno a mirarlo, solo le quería lejos de ella.
-Tranquilo, no hace falta, de todas formas no eres el gran profesor, puede que le pida a Carlo, es un caballero y mucho más agradable que tu- no le dirigió una palabra más, simplemente se alejo de él y marcho a su cuarto.
Al llegar a la habitación se encerró, se sentía mal en general, no tenía intención alguna de hablar con ese idiota, es más, realmente iba a pedir a Carlo que la entrenara. Por un breve momento la mente de Lilibeth la jugo una muy mala pasada recordando el momento en el que por poco se besaron, eso la hizo estremecerse.
-Ja, mi primer beso nunca será para alguien como él, menos mal que no ocurrió nada- se sentía aliviada de no haberse besado con el mayor, si hubiera pasado se habría arrepentido toda su vida -Bueno, voy a colocar un poco las cosas- comenzó a recoger las prendas que había comprado esa tarde, de esa forma al menos estaría más animada y no pensaría en el muy idiota, es más, probablemente hasta estaría más entretenida que con ese idiota.
Cuando todo hubo estado en su sitio, salvo un hermoso vestido de color rojo con detalles negros, se comenzó a desvestir, ese día no iba a salir de la habitación por lo que ya no necesitaba los pantalones ni la camisa. Primero se quito la camisa y luego el pantalón, quedando en ropa interior, no la daba importancia al hecho de cambiarse de ropa tan pronto, nadie iría al cuarto a hacerla una visita, ¿verdad?
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Punto de vista de Carlo Godsgrief. Dejaron de entrenar hace media hora, su hermano, sin embargo, no aparecía por su cuarto como predijo, así que se dedicó a leer un libro cómodamente sentado, a revisar el papeleo de un caso que tenía en Londres y otras tantas cosas más, todo ello con su portátil.
—Carlo, permiso —por fin una tenue voz asomó por la rendija de la puerta semi-abierta, lo invitó a pasar con un sencillo "adelante" y dejó el ordenador sobre la mesita de noche, junto a un par de maletas con prendas y varios folios—. ¿Qué tal todo? ¿Estás cómodo aquí? —su hermanito parecía nervioso por algo, pero esta vez, el mayor sintió que no debía hurgar en la llaga, se levantó y se acercó hasta él, tan solo era algunos centímetros más alto, pero esto se notaba cuando ambos estaban en pie, sonrió entre dientes, y, sosteniendo de la nuca a su querido vampirito, lo estrechó en un abrazo más que fuerte, correspondido casi de inmediato con la misma fuerza—. Te he echado de menos... desde que te fuiste las cosas cambiaron mucho —el menor apretó ligeramente la camisa de Carlo, hundiendo más si cabe su rostro en su cuello. Se querían demasiado, a un punto que poca gente entendería, pero esto se debía sencillamente a que parecían ser las dos únicas personas benévolas en la familia Godsgrief, y a que el lado más "humano" de Michel tan solo era capaz de salir a la luz con su hermano mayor, no con su padre, madre u otros familiares, con quienes corría el riesgo de represalias si se mostraba "sensible", como ellos lo llamaban.
A veces sencillamente uno se cansa de ser fuerte, y Carlo siempre fue su único pilar cuando esto sucedía. Siempre... hasta que un día voló del nido y se fue de casa. A pesar de ello, el profesor hacía lo posible por no guardarle rencor.
—Yo también —confesó el más adulto, separándose e invitando a su familiar a sentarse con él en la cama. Estuvieron varias horas conversando, parecían no acabar nunca, y cuando un tema estaba finiquitado, saltaban cómodos hacia otro del que pudieran sacar jugo. Así, Michel se enteró de que Carlo ahora trabajaba para una agencia en Londres, pero que viajaba por todo el mundo constantemente, que se había casado recientemente, y que, además, quizá esperaba un hijo. Por su parte, el profesor contó todo cuanto le acaecía, pero para sorpresa del mayor, no mencionó a Lilibeth ni una ocasión. Sin más, se vió obligado a preguntarle—: ¿Y qué pasa con la chica que está en tu casa? ¿Ella es tu pareja? ¿Qué hace aquí? —Mich se removió incómodo, entreabrió los labios, luego los volvió a cerrar, con cierta indecisión, se armó de valor para contarle todo a su hermano, y cuando por fin lo hizo, cuando le explicó todos esos sentimientos contradictorios y puramente básicos, ese instinto casi animal que lo atraía hacia ella, Carlo se burló un poco de él, pero finalmente, sugirió—: ¿por qué no ir a buscarla? Vamos, te está esperando.
Mich arqueó las cejas dubitativo.
— No creo que sea buena idea, mi menester es separarme lo máximo posible —Carlo negó y negó ante dichas intenciones.
— Aunque sea una neófita, ¿no te resulta divertido? No tienes por qué tomarlo como un compromiso, sé que mamá y papá te enseñaron así, a que todo debe ser formal y esas cosas, a que los que no son sangre pura no te merecen, pero, ¿y si te hace feliz? O, ¿y si está predestinada para ti? —sonrió taimado, ante la confusión en el rostro de su hermanito. Levantándose, Michel anunció:
— Está bien, iré a hablar con ella. Pero no estamos predestinados, seguirá sin merecerme... y la alejaré en cuanto pueda, si no, la destruiré —después de esas palabras, el profesor de inglés se adentraba de nuevo en la penumbra de la mansión, recorriéndola despacio, como si nunca quisiera que los pasillos se acabaran y nunca deseara llegar a la habitación de Lilibeth. Hizo una tonta suposición cuando el umbral de la puerta se hallaba frente a él, pasó si tan siquiera preguntar si estaba ocupada, solo avisando con un golpe que daba cerrando la puerta, se dijo a sí mismo que podía tratarla como quisiera, que era suya, como tanto su cuerpo le decía.
Pero, no, Lilibeth no era de nadie, se pertenecía a sí misma, y estaba en ropa interior, para desgracia de un castaño, al que le tembló todo el cuerpo al verla.
— Joder —exclamó, casi sin poder contenerse.
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Las mejillas de la chica tomaron un potente tono carmín, estaba impactada debido a lo que acababa de pasar, ¿acaso no se jactaba de ser un caballero? ¿Tan difícil era llamar a la puerta? Era consciente de que esa casa pertenecía al chico pero.... ¿por qué no llamaba siquiera a la puerta? Era imposible, ¿cómo se atrevía. Sus labios se movían pero aun no emitían ningún tipo de sonido. Finalmente la sangre volvió a recorrerla todo el cuerpo y no solo quedarse centrada en sus mejillas, las cuales aun tenían un hermoso color carmín. Sin pensarlo dos veces tomo el primer objeto que tuvo cerca, en este caso una de la cajas de zapatos, la cual estaba vacía tras sacar el contenido, y se la tiro a Michel a la cabeza.
-¡Será tu casa pero recuerda que me dijiste que hasta que me enseñaras este sería el cuarto donde voy a estar, si vas a entrar llama!- grito, sinceramente la joven pensó que se habían enterado todos en el pueblo de ese grito.
El vestido rojo estaba algo lejos de ella y su cuerpo aun no reaccionaba como era debido, ¿con que debía taparse? Era demasiado bochornoso y, aunque Michel la hubiera dicho la vez anterior que le era indiferente, en el momento que la explico que que la había desvestido, aun así a ella le era vergonzoso.
-¿Puedes dejarme sola? No voy a molestaros y tampoco tienes que decir nada, se que soy una niña y que te gustan mejor dotadas así que es como si no hubiera pasado nada, solo.... fuera- su cuerpo por fin comenzaba a responderla y y Michelangelo no se iba rápido la próxima cosa que se le tirase no iba a ser una caja de zapatos vacía, le tiraría algo afilado y que doliera de verdad.
Siendo sincera a la joven le suponía un gran trabajo hablar con el mayor, no por lo que había pasado, ya se había hecho a la idea de que era lo que era, lo que la agotaba en extremo eran los cambios tan drásticos en su comportamiento, nunca se llevarían bien.
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No era como si su personalidad estuviera cambiando de polo drásticamente todo el tiempo, ¿verdad? No, en verdad no, Michelangelo se encontraba en una encrucijada, tenía que luchar contra sentimientos que, de manera literal, lo superaban psicológicamente, los cuales jamás antes había experimentado y no llegaba a comprender. A pesar de querer depositar todo su odio sobre Lilibeth, luego, al encontrarla de nuevo, las asperezas se limaban y solo sentía el ímpetu de abrazarla, era difícil y extraño de explicar, pues no le había sucedido en el callejón cuando la mordió, a duras penas sintió un leve pálpito llevándola a la mansión, y, de haberlo sabido, no la hubiera traído nunca.
Si ella y él no se hubieran cruzado, si simplemente él hubiese decidido seguir su camino sin morder a nadie del pueblo, quizá ahora no se hallaría en semejante situación. Contra la pared de la habitación de la chica y bastante tenso, tragando lentamente y repitiéndose una y otra y otra vez el adverbio "no".
Entrecerró los ojos suavemente, bajó la mirada, y susurró: — No, no, no —lo repetía cual oración, y parecía concentrado en ocultar su nerviosismo de este modo, fracasando y pareciendo una simple oveja acorralada por un lobo famélico. Sin embargo, cuando la caja de zapatos le dio en la cabeza, gruñó desafiante, siseando porque el golpe había sido fuerte y mirándola con disgusto. Mala idea, muy mala idea. Al entrar no había reparado en lo terso de su piel, o en lo agradables que se podrían volver sus hombros enrojecidos por mordidas, su garganta, clavícula, labios... Ni siquiera se atrevía a responder, y es que a leguas se palpaba que algo no andaba bien con el vampiro.
Simplemente quería besarla, y sentía que sus rodillas no eran suficientemente fuertes para aguantar su peso, flaqueaban por el gran deseo contenido de dar unos pasos hacia adelante, ahuecar sus mejillas, abrazar sus caderas y hacer sus lenguas, dientes, lenguas chocar y arremolinarse entre sí. Cual gato herido, Michel deslizó su mano por la puerta hasta dar con el pomo, lo agarró, giró, abrió y salió de la habitación al tiempo suficiente antes de cometer cualquier insensatez, y, para cuando así fue, se hundió lentamente en el suelo, contra la puerta de la habitación, consternado y mordiéndose el labio inferior al punto de casi hacerlo sangrar.
"Ja, mi primer beso nunca será para alguien como él, menos mal que no ocurrió nada".
"[...] se que soy una niña y que te gustan mejor dotadas".
Michelangelo Godsgrief, te estás volviendo loco, pensó.
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La chica no comprendía absolutamente nada, ¿a que venía ese comportamiento por parte del vampiro? Estaba realmente confundida. Su cuerpo termino por ceder y quedando de rodillas en el suelo, estaba tan consternada. Sus cabellos tapaban por completo su rostro, ¿por qué se sentía así? Era como si hubiera esperado algo, en si su subconsciente había esperado que Michelangelo se acercase y la besara pero eso escapaba para la joven, al menos no era consciente de eso, solo pensaba que su cuerpo temblaba por el enfado que sentía ya que el joven ni siquiera había llamado a la puerta con anterioridad. Paso un buen rato hasta que se sintió con fuerzas para incorporarse y ponerse el vestido rojo, estaba un poco ida por lo que se termino por acostar en la cama y cerrar sus ojos, estaba cansada, muy cansada y realmente no sabía cómo podía llevarse bien con Michelangelo, la trataba mal y, ahora, no sabía por qué de su actuar.
La joven termino por dormir durante toda la tarde, solo se despertó cuando el reloj marcaba las nueve de la noche. Con el pelo ligeramente alborotado salió de su cuarto con cuidado de no ser vista por nadie, sentía que si se encontraba con Michelangelo se moriría de verguenza ya que, aunque no quisiera reconocerlo, había soñado con lo que había pasado y el final no había sido precisamente que él se iba del cuarto. Camino por los pasillos con tranquilidad hasta la cocina, no estaba segura de si tomaría algo como el día anterior, solo quería un poco de agua para distraer la mente. Llego a la cocina y se encontró sola por lo que solo atino a acercarse a al fregadero y servirse algo de agua para intentar tranquilizarse todo lo posible.
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De vuelta al cuarto de Carlo, un Michelangelo histérico, entraba corriendo, a la desesperada búsqueda de su hermano mayor.
— ¿Qué tal ha ido?
— ¡¡Fatal!! —el menor simplemente se lanzó a la cama, ocultando el rostro entre las múltiples almohadas, parecía un oso de peluche gigante, y esto hizo reír entre dientes a Carlo.
—Entonces tendré que ir yo a hablar con ella, ¿me equivoco?
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Habían pasado unas horas desde lo acontecido, y Carlo estaba seguro de que su hermanito no era así. Nunca antes lo había visto tan inestable o incapaz de lidiar con algo. Parecía que las cosas se estaban volviendo curiosas entre ambos, vampiro y neófita. Acurrucó al menor mejor entre las cobijas y lo dejó descansando en la cama, él, trataría de comunicarse con la señorita que tenían en la casa, recibiendo una negativa al principio, pues cuando se acercó a su cuarto no recibiría respuesta. Así, tubo que divagar por más tiempo por el castillo, mansión o como quiera que se llamase aquel desproporcionado hogar de categorías gigantes. Carlo ya sabía que su hermano necesitaba a Lili, era cuestión de saber si ella sentía las mismas cosas por el contrario, si lo suyo también era una necesidad que rozaba lo primitivo, más que lo normal. Porque si de algo también estaba seguro el abogado, es que Lilibeth no correspondía en absoluto a los gustos de su hermano mayor, Michelangelo siempre se había fijado en mujeres de alto estandarte, vampiresas dulces o humanas pícaras, Lilibeth, en esencia, no parecía delicada, tampoco fácil de controlar o complaciente.
Podría decirse, que estaban entrelazados por sus polos opuestos. Y Carlo también presenciaría más de un desentendimiento entre la pareja. Sin poderlo evitar, rió de la imaginación que tenía y de la mera idea de Michel quedándose calvo del estrés. Esta vez, volvió a intentar ir al cuarto de Lili, al no encontrarla, se daría por vencido. En cambio, al volver de allí, se encontró con la joven al otro extremo del pasillo con lo que parecía, un vaso de agua. Saludó con la diestra y sonrió con ternura, como si también fuera ella su hermana pequeña.
—Hey, corazó... quiero decir, Lili —musitó Carlo, acercándose hasta ella—, sabes, quiero hacerte unas preguntas, tengo curiosidad respecto a algo, ¿te importaría? —se fijó en la muchacha, no parecía estar en su mejor momento, al igual que tampoco lo estaba cierto profesor vampiro que él conocía.
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La joven sentía que en cualquier momento se la iba a caer el pelo, estaba comenzando a estresarse mucho, tanto que se sentía morir, ¿qué la pasaba? Aun recordaba como, por un momento, y hasta en ese preciso momento había sentido que no la hubiera importado que Michelangelo se acercase y la besara. Se paró solo un momento y llevo su mano libre a la cabeza, sentía ganas de gritar o golpearse la cabeza contra la pared, solo para sacarse esas extrañas ideas de su cabeza. Retomó el camino hasta su habitación pero grande fue su sorpresa al encontrarse con Carlo en el pasillo. Pestañeo suavemente al escucharle, al menos esta vez se encontraba con el hermano menor, Carlo era más fácil a la hora del trato por lo que se sentía algo relajada.
-Claro, puedes preguntarme lo que quieras, después de todo esta casa es vuestra, solo soy una invitada- Lilibeth sonrió un poco y camino hasta el cuarto, no quería hablar fuera de este por si se encontraba con Michelangelo, después de su último encontronazo y el como la había visto en ropa interior se sentía avergonzada y no quería verlo sin pensar antes como tratar con él, aunque la chica no sabía por qué se sentía nerviosa, ese idiota ya la había desnudado en su momento sin su permiso y como ya sabía, el profesor había estado con miles de mujeres, quizás un poco exagerado el decir eso o quizás no, quien sabía, por este motivo estaba más que segura que no sentía nada al verla de esa forma -Anda, entra, me acabo de despertar por lo que aun ando algo adormilada, prefiero hablar dentro para así poder sentarme- si tan solo Michel fuera algo más parecido a Carlo podría llevarse bien pero, si eso fuera así, ¿hubiera sentido el deseo de que la besara cuando paso lo que paso? Lilibeth sabía la verdad y la asustaba reconocerlo, si Carlo la hubiera visto se habría sentido apenada pero no habría respondido de esa forma, entonces... ¿qué sentía ella por él? No tenía respuesta.
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A Carlo le hizo sonreír con malicia la respuesta afirmativa de la chica, sonrisa que ocultó muy bien de ella. Apenas entrelazó sus manos y caminó al mismo ritmo que Lilibeth hacia donde quiera que fueran. Le daba igual si ahí o en Roma, necesitaba saciar su curiosidad, y no comprendía bien por qué su hermano y esta chica parecían tener un lazo entre ellos, si bien, los "lazos" entre distintas razas solo se daban en parejas predestinadas y eran irrompibles.
—No te asustes, por favor —tenía que ser delicado con lo que decía, de lo contrario, y con un habla desfavorable, quizá la chica jamás volvía a confiar en él o a querer mirarlo, y Carlo no soportaría la idea de que un ser tan dulce le odiara—; Llevo viendo comportamientos raros en mi hermano desde hace tiempo, y no te voy a mentir, Michel es todo un burgués, actúa como el hombre rico que se espera que sea, lo cual no lo convierte en alguien malo; lo que pasa es que cuando está cerca tuyo, parece que está fuera de control. No... no pretendo asustarte, es más, si intenta hacerte daño, cosa que dudo en demasía, avísame y te protegeré —Carlo comenzó a darse cuenta de que estaba hablando más de la cuenta y no iba al punto—; Lo que quiero decir, es que sé que mi hermano te mordió —señaló su cuello—, pero, al mismo tiempo que te odia porque nuestros padres siempre le han enseñado que convertir a alguien está prohibido, mi hermano parece necesitar de ti —sí, así parecía que iba bien—. O en otras palabras: Michel requiere de tu presencia como nunca antes lo ha hecho de otra persona, y el darse cuenta de esto, le altera, porque siempre se ha creído autosuficiente. Por eso te pregunto: ¿lo necesitas a él como él te necesita a ti? ¿O es solo un enamoramiento adolescente impropio de mi hermanito y una de sus estudiantes? —se llevó la mano al mentón, como si no hubiera soltado el discurso de su vida, entrecerró los ojos, y luego guió su mirada a la menor, apenas curioseando sus expresiones y reacciones para así poder entender mejor lo que quisiera responderle.
A todo esto, se recostó cerca de la cómoda y cruzó sus brazos, apenas ajustaba sus gafas para cuando la respuesta de Lilibeth llegaba. ¿La haría sonrojar como los tomates? ¿Tendría que ayudarla a comprenderse a sí misma...? Él que solo venía por unas vacaciones familiares, se encontró todo un poema.
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La primera advertencia de Carlo le hizo extrañarse bastante, ¿por qué debería de asustarse de sus preguntas? Tardo muy poco en descubrir a que se refería el mayor con eso de no asustarse, ¿a que venían esas palabras? La chica le escucho completamente anonadada y es que no se había esperado en ningún momento tales palabras y esas cuestiones. Abrió la boca, iba a soltar que ella no sentía nada por ese maleducado, pervertido y estúpido, que quien se iba a sentir atraída por su hermano pequeño pero, para su sorpresa, esas palabras nunca salieron de sus labios, eso la hizo sentirse aun más desconcertada, ¿por qué no salían esas palabras de ella? Ante esa pregunta interna un simple pensamiento y un simple recuerdo llegaron a ella, el momento en el que por poco se besan mientras entrenaban. Un creciente nerviosismo se hizo presente, el cual había estallado como si de una supernova se tratara. "Maldición" se dijo a si misma mientras fruncía el ceño y es que la comenzaba a doler la cabeza.
-No se que decirte, Carlo, ¿estás tratando de volver a engañarme como esta mañana?- aun recordaba como el mayor la había intentado engañar con lo de que Michelangelo estaba muuy preocupado por ella, tanto que no había podido dormir hasta que él por ella, ¿cómo sabía que la había engañado? Simplemente era consciente de ello -Además, ¿quien ha dicho que alguno de los dos estamos enamorados? Eso es ridículo, y mucho más por como se comporta el arisco de tú hermano- había encontrado la forma perfecta de escapar de ello, simplemente debía de darle largas, no contestar a sus preguntas, solo evitarlas.
Posiblemente el mayor sospecharía que algo si pasaba por no contestar directamente pero eso ya serían sus conclusiones, aunque era verdad que su tono de voz podría haberla delatado ya que, sin poder evitarlo, su tono de voz era inseguro y algo errático, no como siempre, que era firme, sin dar posibilidad a replicas pero, es que... ¿qué podía decirle al mayor si ni ella se comprendía? Estaba confundida y ambos hombres no ayudaban, primero Michelangelo, que se atrevía a entrar en el cuarto como pedro por su casa y encima la trataba de forma arisca pero, cuando entrenaron, él parecía que se divertía, hasta había sonreído y a Lili le había parecido una bella sonrisa. Un sonrojo un tanto marcado apareció en sus mejillas ante ese pensamiento. Volvió a maldecir ya que Carlo, el segundo que faltaba y el cual era el más peligroso debido a esas preguntas, en ese momento se iba a dar cuenta que algo marchaba mal. Solo soltó un suspiro y lo miro de forma sería, tranquilizándose un poco, cuando quería podía ser un tanto fría.
-No lo sé, Carlo, ¿contento?
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Carlo torcía el gesto de inmediato, negaba con ambas manos y se apresuraba en decirle: —No, no, en absoluto. Esta mañana simplemente me divertía un poco, ya sabes, humor sano, lo que te digo ahora es muy serio —y francamente, le preocupaba el estado de su hermano, aunque bien sabía que existía un límite en el que él podía intervenir y que la mayor responsabilidad, la de actuar, recaía sobre los hombros de la pareja y no de otros, a fin de cuentas, si ellos querían o no estar juntos, debían ser ellos los que dieran el primer paso, Carlo apenas intentaba comprender una situación en la que se había visto forzosamente envuelto y de la que, al menos, quisiera poder ayudar a alguno de los inmiscuidos, a parte, su tono, entre neutral e informativo, denotaba que el abogado estaba hablando convencido de los hechos que narraba—. No... no sé si estáis enamorados —censuró—, simplemente sé que mi hermano te quiere, y no en el sentido ortodoxo de la palabra —se encogió de hombros acto seguido, soltando la mayor verdad que esas cuatro paredes oirían en mucho tiempo, la verdad. Michelangelo no sentía nada amoroso por ella, Michelangelo no estaba enamorado ni la quería en el plano amoroso, simplemente, el profesor se moría por los huesos de la chavala.
Carlo se reajustó las gafas con el dactilar del índice y un prófugo tono sonrosado se acrecentó en sus mejillas. Con su actual esposa jamás había sentido aquella necesidad imperante, simplemente se había enamorado y había tenido la suerte de ser correspondido e inmensamente feliz. Su mirada verde, clavada en los jades de Lilibeth, parecía tan afligida como dolida la chica, estaba nerviosa, ansiosa y con unas emociones que no sabía afrontar. Carlo suspiró con pesar y como estaban relativamente cerca, se atrevió a hacer lo mismo que hacía con Michel, tratarla como a una hermana menor. Se acercó a ella y frotó su espalda, sin propasarse o invadir su espacio personal, tan solo dándole una caricia de consuelo.
—Lo siento, quizá no elegí las palabras adecuadas o fui muy directo. Estoy acostumbrado a ser algo frío por las cortes... Lilibeth, ni por un momento pienses que te deseo algún mal, pequeña —y dicho esto, con la misma ternura y devoción que una mascota tendría a su amo, el noble vampiro, dio un pequeño abrazo a la contraria, efímero cual suspiro y sin ninguna segunda intención, lo cual se notaba a leguas—. No es tan malo como parece. A veces nos cuesta definir nuestros sentimientos, es algo propio de todos, has vivido desde siempre como humana, vosotros tenéis una apreciación de la vida diferente a la de los vampiros, nosotros, en cambio, somos más viscerales e intrínsecos —colocó un mechón de cabello de la joven tras su oreja y ya, por fin, se alejó completamente. Estaba seguro de que no la había puesto nerviosa, no debería haberla puesto nerviosa, además, sus abrazos, aparte de únicos en la vida, eran muy relajantes, según tenía entendido.
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Sentía que su cabeza explotaría, se sentía tan desorientada por esas palabras, ¿qué se supone que debía de hacer la joven? Pues no estaba nada segura de ello y es que en cierta forma sentía en su interior un inmenso cumulo de sentimientos y sensaciones y, ese revoltijo, la hacia sentirse completamente vulnerable. En cierta forma se dejo consolar por Carlo, sentía que podía confiar en ese vampiro debido a que si quería ya podría haber ido con Michelangelo a reírse de ella por sus palabras o reacciones y aun seguía con ella, el mayor parecía un trozo de pan, amable, cuidadoso, cariñoso y sensible, era un gran hombre.
-¿Qué no es malo? Carlo, es un patán, mira, no sé nada de él, ¿vale? Puede que realmente sea un gran hombre, yo eso no lo voy a poner en duda porque admito que aveces se ha portado de forma caballerosa conmigo pero solo por unos instantes, me exaspera, me dan ganas de darle una patada en sus partes nobles para que espabile de una vez y deje de ser tan gañan- recito sin un solo parón así que, una vez su discurso terminó, se sintió completamente agotada, muy exhausta pero había dicho lo que deseaba comunicar así que... ¿qué más podía pedir? Miro al mayor y solo entrecerró por un momento sus ojos -No le digas nada, no quiero que se ría más de mí, primero convirtiéndome en lo que soy, después capturandome, tratándome como un error y un estorbo, no, Carlo, ya e tenido bastantes cosas de su parte como para ahora burlas, no confío en él- la joven se mostraba reticente y, desde luego, ella no quería que Michelangelo supiera nada -Sabré si se lo as dicho, tenlo por seguro- sus ojos, por un momento, adquirieron un matiz rojo, bastante extraño para ser una neófita, era más propio de los vampiros de pura sangre ya que, aquellos que eran convertidos, nunca podrían saber sobre los vampiros de sangre pura si estos no les informaban pero en el caso de Lili era muy diferente, ella si sabría.
Tomo un poco de agua, tenía la garganta seca, además de que sentía que ese estaba siendo el peor día de su corta existencia. Tras beber agua carraspeo ligeramente y acto seguido suspiro.
-"Sentir" es una mierda y más si no sabes ni lo que sientes.
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Sencillamente, era un hombre cabal, que no escondía tanto desconcierto y moralidad como su pariente. El vampiro adulto, ladeó su rostro y cayó en silencio. Pensando en lo que Lilibeth afirmaba de su hermano. Le dolía escucharla, le dolía pues amaba a Michelangelo como a ningún otro. Hizo un gesto que pretendía ocultar su tristeza, y a la par, evitó cualquier contacto visual que delatara su estado anímico precario. Enredó los dedos sobre las mantas de la cama, jugueteando con un pedazo deshilachado de estas.
— Yo... —un abogado, un hombre versado en las palabras, dedicado a ellas enteramente, se encontraba mudo, sin poder expresarse. Abrió los labios, rosados, para debatirle algo a favor del menor de los Godsgrief, en cambio, nada podía argumentar en beneficio de Michel—. ¿Entonces qué haces aquí, Lilibeth? Nada te impide escapar. Si quieres marchar, huye, yo me encargaré de que Michel no te siga o vuelva a encontrar, eres libre, nada te ata a este lugar —apreció, meditabundo y desanimado—, nada te ata a él. Sin son esos los sentimientos que te provoca, no tiene sentido esperar más o permitir que él, al menos por lo que sé, sufra. Es un sinsentido muy desagradable para ambos, me temo —Lilibeth le regaló la mirada carmesí, y por un segundo, Carlo necesitó dejarle en claro quién mandaba allí, mas pudo contenerse, sonriendo consternado.
— ¿Acabas de amenazarme, Lilibeth? —cuestionó, por primera vez, mostrando un tono entre irónico, ofendido y peligroso, uno similar al de Michelangelo cuando hablaba con ella, solo que éste último lo empleaba siempre. Al menos, Carlo supo relajarse—; Sientas lo que sientas, al menos tranquilízate, ¿por qué estás tan nerviosa? ¿Ha sucedido algo entre vosotros recientemente? —palmeó un hueco de la cama cerca suyo, instándola a sentarse con él—. Tienes que entender, que si te trato bien no puedes responder tan alterada, al final colmarás mi paciencia y te morderé también —sugirió, neutro, jalando la mejilla de la morena como si de una broma se tratase, cuando ni tan siquiera había sugestionado que lo fuese. Definitivamente, había olvidado la indiscreta amenaza, pero no pensaba tolerar una segunda, así que sus ojos se volvieron de un magenta oscuro como la noche, hipnótico y peligroso—. Y tampoco creo que quieras enfrentarte a mí, señorita amenazas —soltó su pómulo, este ahora estaba rojo, pero no dolorido.
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Realmente Carlo imponía, podía deberse a que era extraño verlo de esa forma. Lilibeth suspiro con tranquilidad, no la dolía la mejilla ni iba a decir nada ante esas últimas palabras, sobre enfrentarse a él, por estúpido que sonase su vida había dejado de importarla hace mucho tiempo, desde que había sido mordida y transformada. Miro a Carlo y sonrió, pero esta vez no disimulo ni por un momento su más profunda tristeza.
-¿Crees que me importaría luchar contra ti y morir debido a ello? Hace meses que ya no tiene mucha importancia si sigo viva, al menos ya no me importa. Desde que fui transformada e matado a mucha gente por sobrevivir, ni siquiera era consciente de hacer, solo despertaba llena de sangre y con un cadáver a mi lado- cerro por un momento sus ojos, mostrando esa misma sonrisa. Cuando los abrió el color de sus ojos era rojo pero no mostraba ningún otro cambio en su físico, algo realmente extraño y que no significaba nada, solo que su estado anímico no era bueno -Sigo aquí porque Michelangelo me dijo que me enseñaría tras que mi padre me viera...- un reflejo del mas puro dolor surco su rostro y una risa irónica salio de su boca -Esos ojos, ese miedo, normal, yo también me tendría miedo- con total parsimonia se dirigió hasta un armario y saco una cazadora, la cual se puso con tranquilidad y amarro su cabello, opinaba en cierta forma igual que Carlo, ¿por qué continuar allí si todos sufrían por ello? -Pero tienes razón, no tengo por qué seguir aquí, soy libre. Muchas gracias, Carlo- era una joven profundamente orgullosa, de eso no cabía la menor duda y el que Carlo dijera que era libre de irse la hizo tomar la decisión.
Se acerco hasta el mayor y beso con suavidad una de sus mejillas para, acto seguido, comenzar a dirigirse hasta la puerta del cuarto, se marcharía sin el menor remordimiento, aunque, su expresión era lúgubre, por alguna extraña razón se sentía.... ¿triste?
"Me estoy volviendo loca" pensó para si misma en el momento que tomaba el pomo de la puerta.
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Carlo pensó en psicología inversa cuando le dio la opción de marcharse, de hecho, estaba casi seguro de que ella no lo haría porque, razón número uno: no tenía a dónde ir; razón número dos: su hermano, a pesar de una bestia, se había ofrecido a cuidarla y era lo único que seguro en lo que la chica podía apoyarse. Había echado toda la conversa a perder, estaba seguro, y no se sentía bien haberlo hecho. Lidiar con la gente joven, pensó, no es tan fácil como parece. Negó, no quería hacerle daño, solo se había visto amenazado por ella, y aún en menor medida, también tenía cierto orgullo. Se quedó totalmente bloqueado, nada que hacer, ya está, la había cagado. Lilibeth se iba.
Abrió en grande los ojos, ese magenta volvió al tono verde común cuando ella estaba despidiéndose. "Si no quieres, ¿por qué te haces esto?".
La oscuridad no podía vencer, el pesimismo, aún normal, tenía que ser sofocado, y Carlo no iba a dejar que la chica se perdiera. Tampoco merecía nada de aquello, y debió ser doloroso ver a su padre asustado de su propia hija, como Michelangelo le explicó hace escasas horas.
Entonces, todo se resumía a que el mayor de los Godsgrief veía a cámara lenta cómo Lilibeth le daba un beso frágil, y se encaminaba a la puerta, molesta consigo misma y con su hermano, con su sangre. Carlo, obviamente, no iba a dejarla ir. Esta vez, no fue tan cuidadoso como solía, a pesar de que estaba viviendo la escena como si fuera alguien ajeno a ella. Pareció entrar de lleno en la "obra", levantándose, y colocando la mano en el pomo, antes de que Lilibeth lo hiciera. Debido a una notable diferencia de altura, el rostro del vampiro no se veía, no obstante, él estaba triste por igual. Dejó escapar un suspiro, y decidido, alzó en sus brazos a Lilibeth, tomándola de la cintura y abrazándola tan fuerte que le haría olvidar todo lo exterior.
Carlo tenía una habilidad como vampiro, y esta era "manipular" las emociones, al igual que su hermanito tenía otras distintas, el hijo mayor de la familia, era el más poderoso, era capaz de, mediante el tacto, transmitir emociones a la gente. Siempre fue considerado un bicho raro por no emplear el don con el que nació para hacer el mal, para cazar personas en sus colmillos y beber su sangre; Antes de que la joven se quisiera dar cuenta, Carlo, cargando todo su peso como si apenas fuera un saquito de plumas, había caído sobre la cama con ella, y aún no la soltaba de ese abrazo, a pesar de que sus gafas incluso se cayeron al suelo por el impacto de la abrupta caída. Él no la soltaría por nada en el mundo, ni su zurda soltaría su nuca, la cual asía hacia su pecho, ni tampoco el brazo restante dejaría de rodear la estrecha cintura. El vampiro empezaba a concentrarse en ahondar en Lilibeth, hacer que su psique solo atinara a pensar en un enorme pozo de felicidad, donde él pretendía que se hundiera, tal y como sus cuerpos los hacían en la capa. Carlo era cálido, pero estaba haciendo una labor que no le correspondía a él, sino a su hermano pequeño, y observaba la puerta mientras continuaba abrazándola, con una mirada muerta.
—No te voy a soltar, lo siento —habló, por primera vez después de minutos. Lo único que apenas se oía de fondo era el ruido del viento invernal contra las ventanas y persianas—. No te voy a soltar nunca si en verdad sigues queriendo morirte, porque no me perdonaría el que lo hicieras, el que murieras. No... no tienes por qué soportar tanto dolor tú sola, y no voy a dejar que lo hagas, princesa —la llamó igual que lo hizo esa mañana, pero esta vez se sentía mucho más correcto y afectivo el hacerlo. El castaño dio un beso casto sobre la cabeza de Lilibeth y cerró los ojos, pidiendo a algún tipo de deidad, que su hermano menor la hiciera feliz, que pensara con más raciocinio.
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Lilibeth quería escapar de esos brazos, ¿por qué Carlo no la dejaba ir? Se sentía frustrada y todo se desmoronaba a su alrededor. Sintió la cama bajo su cuerpo y el calor de Carlo, también emociones extrañas dentro de ella, comunes cuando era una humana pero no mucho ahora que era una vampiresa, sabía que él la estaba intentando hacer algo pero no podía hacer que esas emociones cesasen, al final se había comenzado a sentir mucho más tranquila, hasta el punto de sentirse relajada.
-No tiene caso, Carlo, sé que vosotros el comportamiento de matar por necesidad de sobrevivir, humanos o animales, es igual, lo lleváis acabo con la mayor normalidad, como un humano o ser vivo el respirar pero yo no puedo, ¿sabes? Ese rostro de mi padre, me destrozo, aun así me alegro de haberlo salvado pero me demostró en lo que me había convertido- ligeras lagrimas comenzaron a deslizarse de sus ojos -También se que quieres mucho a tu hermano pero... después de lo vivido con mi padre lo que menos necesito es a un idiota que se cree el rey del mundo tratándome como un error o como una molestia, si tan error soy que me mate y listo, la diferencia es que por fin voy a poder descansar- susurro mientras las lagrimas comenzaban a deslizarse con mayor frecuencia sobre sus mejillas. La calma se fue instaurando por completo en su ser, hasta que pudo cerrar los ojos por completo -¿Sabes? Me hubiera gustado tenerte de hermano mayor, solo... no le digas nada... estoy... cansada de... él y sus... desprecios- susurro esto último antes de quedarse completamente dormida en esa posición, estaba tan cansada la joven que no había podido evitarlo, realmente la hubiera encantado que Carlo fuera su hermano, era muy comprensible y, a diferencia de Michelangelo, parecía que si que le importaba su estado.
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Todavía, aún cuando ella dejaba de resistirse a su agarre y se limitaba a llorar en sus brazos, Carlo no la soltaba. Seguía realizando círculos perezosos con las yemas de los dedos cerca de su nuca y apoyando el mentón sobre la cabeza ajena. Aunque las lágrimas resultaran invisibles para el mayor de los hermanos, era consciente de la tristeza que emanaba la fémina, así que siguió sus caricias exclusivamente castas y el fluir de las emociones positivas al cuerpo contrario hasta que apreció una relajación total en éste, Lilibeth se había quedado dormida en sus brazos.
—Maldita sea... Mich —refunfuñó amargamente, apretando con mucha fuerza el cuerpo dormido de la chica por un segundo. Tras eso, la recostó en una posición más cómoda en la cama, y tapó con una cobija de lana. Sus mejillas estaban mojadas y enrojecidas, Carlo apartó un mechón que apenas cruzaba su rostro, inexpresivo. ¿Que se supone que debería hacer? Ir a buscar a su hermano menor era una completa sandez, consciente de que éste lo mandaría a la mierda de inmediato si sugería la idea de volver a hablar con ella, llegó demasiado alterado a su habitación hace unas horas, Carlo le concedería tiempo para pensar en sus actos, luego, lo esperaría para ver qué decidiera hacer. Por otra parte, dejar sola a Lilibeth ahora le asustaba en sobremanera, la veía capaz de una o más locuras consecutivas, sin embargo, dormir con ella... Apretó los labios con aprensión y observó de soslayo a la joven. Abatido por su inutilidad, y más bien estorbo, en aquel hogar, el mayor de los Godsgrief, se sentó a un lado de la cama y tomó la mano de la estudiante. Así pues, siguió transmitiendo emociones agradables a su mente y corazón, procurando que tuviera un sueño libre de pesadillas.
Al final, acabó sentado a los pies de la cama, sosteniendo esa pequeña extremidad ajena, y uniendo sus palmas. También cayó en los brazos de Morfeo más tarde, su rostro estaba apoyado sobre su antebrazo, el cual, a su vez yacía en el lecho, mientras que sus dedos se entrelazaron con los de la muchacha. No se trataba de un sueño profundo, más bien, una cabezada, cualquier ruido despertaría a Carlo, y así fue.
Alguien tocó a la puerta, y no hacía falta ser un lince para entender de quién se trataba, Michel estaba fuera de la habitación, habiendo aprendido de sus errores y esperando con paciencia una respuesta del interior del habitáculo. Su rostro, contrariado, parecía entristecido por igual. Carlo entreabrió los ojos frente a la llamada. Vio sus manos, y rápidamente separó la unión, no porque su hermano estuviese fuera, sino por sí mismo, y por no cometer un mismo error dos veces*. Meció el hombro de la chica.
—Lilibeth, Michel está fuera de la habitación, ¿le dejo pasar? ¿O no te apetece verlo? Podéis hablar cuando desees, no te sientas presionada, pequeña.
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La joven debía de admitirlo, no había dormido mal, es mas, hacia muchos meses que no dormía tan bien, un sueño tranquilo, sin que le delatase el subconsciente soñando con Michelangelo como la vez pasada, estaba tranquila y a gusto. Esa noche soñó con cosas que creía olvidadas, su madre, su padre, juntos los tres, no, espera, también había otra persona, ¿el hermano de su madre? No, su primo, ¿cómo se llamaba? Lili no conseguía recordar el nombre de ese cálido chico, su primo favorito, siempre la contaba historias extrañas pero, tan divertidas. Se pudo permitir sonreír en sueños, es mas, esa sonrisa no se deshizo hasta que sintió que era movida. En su interior le daba pena despertar, hacia mucho que no tenía sueños de su pasado, es mas, juraría que hasta hace nada no recordaba las escenas de esos sueños pero, no había nada que hacer, era momento de despertar y así lo hizo. Mientras bostezaba de manera suave abrió sus ojos, se sentó en la cama y escucho a Carlo. ¿Hablar con Michelangelo? No había forma en si de negarse, tarde o temprano iba a tener que hacerlo. Suspiro con un poco de cansancio, es más, si hubiera sido por ella habría dicho que no pero... era algo que sabía que debía hacer.
-Déjale pasar, es algo que debo de hacer- en realidad no estaba del todo convencida, había tenido un grato sueño y no quería que todo se arruinase debido al vampiro, seguro que diría algo desagradable, siempre terminaba haciéndolo, pero, el que llamase, era un paso, ayer se había atrevido a entrar sin hacerlo. Antes de que Carlo abriera lo abrazo con una sonrisa -Gracias y siento haberte hablado ayer así, tú no tienes culpa y yo, fui grosera, eres un buen hombre- antes de hablar con Michelangelo debía de aclarar eso con Carlo, él había sido muy bueno con ella y, bueno, ella lo había tratado mal.
Tras separase de Carlo le dedico una tierna y afectuosa sonrisa para que viera y comprobase por si mismo que con el no tenía problema, que todos sus dolores de cabeza se debían, uno, a su padre, dos, a su condición de vampiresa y tres, a ese idiota que estaba esperando fuera del cuarto.
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Carlo estaba tranquilo, al menos su conciencia limpia, tampoco iba a ser la clase de persona que dejaba todo el raciocinio atrás por la familia, si bien era imposible que algún día llegase a apreciar a Lilibeth al grado que apreciaba a Michel, no le cegaría el amor por su hermano pequeño a la hora de entender que no estaba actuando como debería, y no era más que culpa de sus padres, su pésima educación, y los delirios de grandeza que todo Godsgrief de sangre pura poseía. Rodeó con el antebrazo la cintura de la chica, y su mentón se apoyó sobre el hombro ajeno apenas segundos, luego se soltó y sonrió con levedad, asintiendo sin problemas.
—Mantén templanza —sugirió, encaminándose hacia la puerta, y abriéndola para revelar a un Michelangelo con el gesto desagradecido de siempre, similar al de un niño cuando tiene una rabieta y cruzado de brazos. Carlo suspiró, palmeó la espalda del profesor con bastante fuerza y lo empujó dentro, logrando con su fuerza que se tambalease y dejara de estar tan cabreado, pasando a un estado de "desconcierto"—. Os daré intimidad —no sin antes guiñarle un ojo a Mich, Carlo cerró la puerta.
Como era de esperar, se sumieron en silencio.
Al principio, el vampiro mayor se hizo el duro, capaz de lidiar con la pequeña, sin embargo, no aguantó sostenerle la mirada ni medio minuto. Se vio forzado a, cabizbajo, sentarse sobre uno de los sillones del cuarto, junto a un espejo y una cómoda estilo victoriano. Michelangelo sabía cuándo jodía las cosas y cuándo no, esta vez lo había hecho, pero su orgullo le impedía: uno, pedir disculpas, dos, admitirlo, así que estaba sin palabras, sabiendo qué había venido a hacer a la habitación de la muchacha, mas sin poder afrontarlo como era debido. Se mordió el labio inferior y hundió más en el asiento, probablemente recibiría un comentario pomposo de la azabache por actuar así, ya lo podía oír en su cabeza.
—Que conste, que no hice nada malo, entré en la habitación y me atacaste cual animal —chasqueó terco—, simplemente porque te vi sin ropa —luego, pasó a frotarse las sienes—. Me puse nervioso —admitió, con dificultades—, y creo que tú también —era lo más cercano a pedir disculpas que el vampiro podía emplear.
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La chica alzo la ceja, ¿se lo estaba diciendo enserio? Estaba por matarlo sin remordimiento alguno, ¿era acaso estúpido? Respiro profundamente, aun recordaba las palabras de Carlo y se esforzaba por llevarlas a cabo sin matar a su hermano menor pero era complicado. Respiro una y otra vez mientras cerraba sus ojos, calmándose en el proceso, al menos un poco.
-¿Seguro no hiciste nada malo? Entraste sin llamar y puede que sea tú casa pero me as dicho que este sería mi cuarto en lo que estaba aquí, ¿te parecería normal que entrase a tú cuarto sin llamar?- pregunto la joven bastante molesta ya que era la realidad -Para ti será normal ver a mujeres desnudas y a saber que hacer con ellas, no me meto en la vida privada de los demás, pero por tú osadía de verme desnuda te la debería de haber cortado, no solo haberme limitado a tirarte una caja de zapatos a la cabeza- ella ya lo había dicho con anterioridad y si estaba equivocada juraría que dejo caer que ella nunca había estado con nadie, es mas, cuando habían estado apunto de besarse por poco la había dado algo porque nunca había besado a nadie -Eres demasiado cabezón, no pedirás perdón ni aunque tu vida dependiera de ello.
Se sentó en un sillón frente a Michelangelo para así mirarse mientras conservaban y es que era un tanto incomodo hablar a una persona si ni siquiera hacían contacto visual. Soltó un nuevo suspiro mientras cerraba sus ojos, ¿qué debía de decirle con exactitud? Ya su relación era demasiado tensa y no estaba segura del por qué como para que ahora el otro creara malos entendidos como el no llamar antes de abrir la puerta y verla desnuda.
-Si te disculpas te sentirás mejor, ¿sabes?- le provoco, era una provocación claramente ya que tenía una sonrisa en el rostro y no una sonrisa cualquiera -Porque no me irás a decir que fue mi culpa estar casi desnuda en el cuarto que dijiste que era mio, ¿verdad?- si la echaba la culpa a ella ya sería para darle una buena paliza -Tú y yo nunca nos llevaremos bien, ¿verdad? Tú me mordiste y te odio por ello y tú me odias a mi por no ser una vampiresa de sangre pura- tanteo un poco el terreno mientras cruzaba sus piernas y lo miraba a los ojos, en esos momentos Lili no tenía miedo alguno, estaba lista para morir en cualquier momento, como le había dicho a Carlo no tenía aprecio a su vida -Si me odias ¿por qué quieres que me quede? ¿No te sería más fácil que me fuera?- la joven se sentía a irse lejos, no iría con su padre al que podría dañar pero si fuera, al menos para no dañar a nadie conocido -Me dijiste de quedarme pero me odias, no tiene mucho sentido.
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Si ella se enfadaba, él tontamente se vería obligado a arquear los labios hacia abajo, en señal de desaprobación, en ese gesto tan severo suyo, sin embargo, aún no estaba cerrado en banda a todo lo que Lili le dijera, por suerte, aceptaría en gran medida todas aquellas cosas que de su boca brotaban a ton y son, empequeñeciendo el ego del vampiro a cada bocanada de aire que de sus labios emergía para pausar y proseguir con la siguiente ronda de reproches. Michelangelo esperaba que el sofá se lo tragara y lo llevase a otro universo, a ser posible. Su tupé casi caía sobre su rostro, y sus facciones tensas le daban una apariencia muy graciosa, de alguien entre poco complacido y al borde del suicidio mental.
—La punta de tus tacones casi me da en la cara, disculpa, pero esa reacción quedaba fuera de lugar bajo cualquier circunstancia —desmintió el vampiro, muy a su pesar, para recibir -lo más seguro- otra contradicción—; Y no sé qué esperas de mí, pero nuestra relación sigue siendo la de tutor... y... ¿alumno? Supondré eso. No te debo ninguna disculpa, señorita, así que vigila el tono que empleas conmigo —murmuró ya, entre dientes, bastante hastiado por la idea de dar una disculpa, que a sus ojos no debía ni tenía por qué dar. Para la mala suerte de Carlo y sus buenos deseos hacia la pareja, ambos eran demasiado orgullosos, y Lilibeth, aunque dulce, tosca como su contraparte castaña, quien ahora la miraba, pues ya había podido suprimir los recuerdos de hace unas horas de su subconsciente y no le atosigaban cada vez que sus orbes divagaban el rostro ajeno.
Entonces, justo después de las palabras del mayor, se hizo un pequeño silencio, que éste último necesitó romper casi de inmediato cuando una loca incriminación cruzó su mente.
—Soy un vampiro, ¿qué esperas de mí? ¿Puede saberse qué es lo que quieres? —bufó, alzándose de nuevo, con toda la prepotencia del mundo, y al mismo tiempo, ese carisma raro de rey—. Da igual si tú me odias o yo te odio, lo que importa, es que algo que he ocasionado yo, no cause más problemas de los que por sí ya esta trayendo a mí persona, ¿entendido? Es por eso por lo que debes quedarte aquí —no pensaba ceder, ni mucho menos, ni unos centímetros—. Tendré que cargar con el peso de mis acciones, así que por favor, házmelo fácil, y deja de quejarte por todo. Dios mío, probablemente si tú me hubieras visto desnudo en algún momento no habría generado tanto escándalo —negó. Al final, el profesor concluyó que estaban discutiendo por un tema infantil, y la verdad no le complacía discutir con la morena, eso es algo que tenía más que claro.
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Los ojos de la chica tomaron un leve destello rojizo, ¿tanto le costaba al contrario aceptar que había hecho algo mal? Por dios, que no era un ser supremo que hacía todo bien y los demás lo hacían todo mal, pues las cosas no eran así. Ella también se alzo y miro de manera desafiante al contrario mientras sus ojos se fijaban en los contrarios, sin apartarse siquiera, si Michelangelo pensaba que iba a retroceder o algo así no sabe lo equivocado que estaba, es mas, le mostraría en ese momento que ella no era cualquier persona y que si pensaba amedrentarla estaba listo, que lo intentase con otra persona porque con ella no.
-¿Qué espero? No puedo esperar nada de ti, me comporto mal contigo te portas como una mierda conmigo, me comporto bien y me preocupo por tú salud recibo el mismo trato, ¿sabes que? Prefiero tratarte como ahora ya que no puedo esperar absolutamente nada de alguien como tú y mira que Carlo me decía que eras un hombre espectacular y una gran persona, sigo esperando encontrar en ti a ese graaan hombre del que tanto se me habla, sinceramente- sus palabras eran duras y su fiereza implacable pero es que la chica estaba realmente cansada de tanta tontería por parte del mayor, que demostrase de una vez que realmente él era el mayor y más cabal y que no solo le sacaba edad.
Su fiereza paso a un segundo plano cuando escucho esa frase y con la certeza con la que se decía, se sintió bastante nerviosa y desvió ligeramente su mirada, era una joven, era cierto, a esas edades hablar de ese tipo cosas se hablaban con total tranquilidad pero, por algún motivo que escapaba a su comprensión, ella no era capaz de hablar con tanta libertad de esas cosas. Cuando le volvió a mirar un ligero sonrojo bañaba sus mejillas pero ella trataba de apartar la atención del otro de ello mostrando seriedad en su mirada y en su rostro.
-Lo primero que yo nunca entraría a tú habitación sin llamar y si eso llegase a pasar yo me disculparía porque, aunque para ti no signifique nada, para mi si es importante- ¿realmente debía de decir todo? Si estaban discutiendo es porque para ella lo que había pasado era importante, es decir, ¿quien discutiría por algo sin importancia? Desde luego ella no y si Michaelangelo era de ese tipo de personas pues bien por él -Va, déjalo, ya que importa, bien por ti, la próxima vez a ver si apuntas mejor y en vez de en ropa interior me pillas completamente desnuda- frunció el ceño un poco más y le dio la espalda, no tenía sentido discutir cuando a una de las partes poco o nada le importaba el hecho que había dado lugar.
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La miró alzarse sin mover un músculo del asiento, aunque levemente disgustado por la dirección que estaban tomando las acciones de ambos.
—Como gustes —murmuró—; puedes hacer lo que te plazca, pero no me faltes el respeto —quizá al ser profesor le tocaba la moral que las jovencitas se propasaran con él y le tratasen así—. ¿Qué parte de no causes problemas no entiendes? No hagas un berrinche tal que así solo porque te vi en ropa interior —casi sin enterarse, hizo de la tela en el reposabrazos del sillón, harapos desordenados bajo sus puños—. Además, ¿tanto va a suponerte un "perdón"? ¿Realmente si lo hago vas a dejar esa actitud de la nada? ¿Es un perdón lo que buscas y quieres? —a continuación, todavía con su labio inferior alzado, mostrando su colmillo diestro, prosiguió—: Pues bueno, te lo diré, niña, te lo diré, ¡lo siento! —esta vez fue el turno de Michel para alzarse frente a la menor, de dulces facciones pero temperamento abrasados -en esos instantes, claro-, "mocosa estúpida", pensó iracundo, mirándola muy de cerca y haciendo sus iris brillar vehementes también.
Tenía las mejillas sonrojadas, así como la punta de la nariz y lo alto de las orejas, era absurdo y Michelangelo se alejó, no quería volver al problema de turno que se daba cuando invadía el espacio personal ajeno. Además, seguía estando esa constante parte de él que le decía que pelear con ella era la forma incorrecta de solucionar las cosas, que debía, por el contrario, razonar y tratarla bien, no obstante, esto último parecía no querer salir de él del todo, su orgullo, sus dogmas... quién sabe. Como cuando pensaba, de tanto en tanto, necesitaba caminar, reptó alrededor de la menor hasta el final del cuarto, tomando un hondo respiro antes de atosigarse y soltar demasiada furia de golpe.
"Va, déjalo, ya que importa, bien por ti, la próxima vez a ver si apuntas mejor y en vez de en ropa interior me pillas completamente desnuda".
La mataba, por el satánico Nosferatu que la mataba.
—¿Sabes qué? —se giró hacia ella, le estaba dando las espaldas—. Estás castigada —sentenció, crudo, pero con un tono tan decidido, que a medias, indicaba que hacía de todo excepto bromear. Y, ¡ay de ella si intentaba librarse! Michel se acercó hacia Lilibeth con su característica velocidad vampírica y la agarró de la muñeca izquierda, buscó no dañarla, pero asimismo, mantener un férreo control del que no pudiera librarse. Jaló de ella y la sacó fuera del cuarto, parecía cómica la escena, pero iba muy enserio, y si Carlo los viera, probablemente pondría el grito en el cielo, cierto era que no sabían solucionar problemas.
El caso, es que el vampiro castaño jaloneó a la vampiresa hasta su despacho, a menos de diez metros del cuarto de la chica, pero suponiendo un trecho de casa, en el que, mediante forcejeos, llegaron al lugar, porque a pesar de ser poderosa, de momento, Lilibeth no podía ser más fuerte que Michelangelo. La invitó amablemente a pasar empujándola con una mano en su baja espalda y cerró la puerta una vez entraron, el cuarto, además de contener numerosos libros, tenía una pizarra al final del mismo, un clásico, Mich caminó hasta ella y agarró una tiza a medio usar.
— Esto es lo que hago con los estudiantes como tú —tiró la tiza al aire antes de volverla a agarrar, ya frente a Lili—. Anota cincuenta veces "no faltaré el respeto al vampiro Michelangelo Godsgrief".
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Cuando escucho esa frase de que estaba castigada no se imagino ni por un instante lo que iba a pasar. Se resistió cuando fue tomada de la muñeca de esa forma tan ruda pero no podía hacer nada, Michelangelo era mucho más fuerte que ella y lo demostraba de esa forma, pudiendo arrastrarla. Igualmente poco la importaba a Lili si el contrario era más fuerte que ella, demostraría que no se dejaría amedrentar de ninguna de las formas. Sintió esa palmada en su espalda baja y entro sin poderlo evitar entrar al despacho. Miro a Michelangelo enfadada en todo momento mientras este hablaba, ¿quién pensaba que era? Desde luego la cabreaba su forma de comportarse tan prepotente aunque, sinceramente, la había gustado que se disculpase con ella pero esta vez la orgullosa había sido ella por no aceptarlas, realmente nunca se llevarían bien y es que era inevitable, él era un creído y un prepotente. Escucho decir al vampiro delante suyo el castigo que tenía pensado para ella y simplemente entrecerró un poco los ojos, debía de estar de broma, ¿verdad? Se negaba en rotundo a hacer semejante cosa, no que fuese una adolescente problemática.
-No pienso copiar nada ninguna vez, ¡no soy una niña que necesita ser castigada! Además, puestos a castigar a alguien tendría que ser a ti- contraataco la chica realmente seria -Yo no me comportaría de esta forma si supieses que es la caballerosidad y la empatia, ¿te suena de algo alguno de los dos términos? Porque yo creo que no, además, no te debo nada por esa disculpa, lo as hecho forzado y así las cosas no cuentan- es como si Lili hiciese alguna cosa obligada a ello y esperase un premio por ello -Además, ¿en qué momento te he faltado yo el respeto? Realmente esto es increíble. Como no me dejes salir te juro que voy a tirar la puerta, tú veras, esta conversación esta terminando con los pocos nervios que me quedaban.
La joven era consciente de que el mayor no la iba a abrir la puerta, es más, seguramente seguirían discutiendo sobre quien tenía más culpa de los dos así que bajo los brazos y lo miro seriamente mientras entrecerraba sus ojos, bien, si eso era lo que deseaba eso tendría, la chica ya estaba muy cansada de todo eso.
-Bien, yo también tengo la culpa de esta situación, por haber sentido preocupación por ti en vez de odio pero tranquilo, eso no volverá a pasar, ahora sé que no debo ya que solo eres un insensible y un cabeza de chorlito, mira, ahora sí te estoy faltando al respeto- ¿tanto costaba decir un "lo siento" de manera sincera? Y ella que por un momento se había sentido complacida por el falso, que tonta era.
Sin pensarlo dos veces la chica dejo de mirar al vampiro delante suya y se comenzó a acercar hasta la puerta, estaba lista a derribarla si era necesario y con su fuerza actual dudaba mucho que una puerta cerrada, fuese del material que fuera no se la resistiría si se empeñaba enserio, podría ser muy poco femenino por su parte pero si se mostraba débil estaba segura de que el contrario se aprovecharía, era una lucha en la cual iba a dar todo de si, costase lo que costase.
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Já! Que le iba a castigar decía. Michel pensó que esa muchacha no había recibido un par de azotes de su padre en la vida, y, francamente, no debía ser él quien se los diera, pero si seguía hablando y no quedaba otro remedio... ¡no! El mayor renegó de tal idea y se llevó los dedos a las sienes, frotándolas en círculos perezosos.
— ¿Soy yo quien necesita el castigo? —sugirió—. ¿Está acabando con tus nervios? —continuó—. ¿Vas a tirar la puerta de mi despacho al suelo? —finiquitó, mirándola amenazadoramente, al punto de hacerla retroceder un poco, o iba a chocar contra ella, la tiza en sus manos quedó hecha un desastre, poco más que suave polvo blanco y trocitos rotos. No le importó, asumía desde el segundo cero que ella no iba a aceptar el castigo—. En verdad no sabes con quién te estás metiendo, neófita. Con todos los favores que te hago, y aún eres así de ingrata —los colmillos de Michel, por poco empezaron a salir violentamente, aunque se contuvo y no fue así. Pero, espera, ¿dijo que había sentido preocupación? Los pensamientos del mayor se nublaron.
—¿Te preocupaste por mí? —interrogó por cuarta vez de una sentada. Ella, en vez de responder, se acercó hasta la puerta, y le miró, con ese rostro de "ya sabes lo que va a pasar si no haces lo que te digo", un rostro que, particularmente aquella mujer, ponía con perseverancia. Quería que lo intentara, que dañase su precioso pseudo palacio gótico, ¿se atrevería? El profesor se limpió las manos casi sin inmutarse de la amenaza de ver la puerta en el suelo y una mocosa impetuosa correteando de nuevo a su cuarto.
Se encogió de hombros, y su mechón castaño se movió más a la izquierda de su rostro
—Adelante, tira la puerta al suelo y demuestra quién es el inteligente entre nosotros dos, pero asume las consecuencias de tus actos —si es que lo sabía, sabía que no debería haberse fiado de una neófita, era un maldito error, su error, pero un error, suyo y de nadie más, pero un problema con el que tenía que lidiar, y se lo estaba tomando demasiado a pecho, porque creía que debía enseñarle modales, cuando no era así, no estaba adoptando a una niña de tres años, no, estaba acogiendo a una persona adulta, a la espera de amedrentar sus problemas—. Tienes dos opciones, o escribir eso o tirar la puerta al suelo, si escribes, y reprimes tus comentarios totalmente innecesarios de esta situación, podrás irte a tu cuarto sin más, si por el contrario, rompes algo de éste, mi santuario, me enfadarás, ¿y sabes lo que pasa cuando alguien me enfada? —Michelangelo se señaló la parte del cuello donde había mordido a la menor con anterioridad, recordándole que en aquella ocasión ella también le había molestado por sus acciones. Probablemente habría consecuencias, pero el mayor aún desconocía cuáles.
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Se sentía ultrajada y tratada como si de una niña pequeña se tratase, ¿enserio se atrevía a tratarla de esa forma? Lo miro de manera bastante seria, no iba a retractarse ni mucho menos ponerse a escribir esa frase porque no sentía que en ningún momento lo hubiera faltado al respeto, salvo cuando lo hizo adrede unos momentos atrás. Entrecerró un poco más sus ojos, viendo que tan veraces eran las palabras ajenas y ya poco le importo, cierto era que la sola idea de volver a ser mordida la daba un miedo atroz pero no estaba por la labor. Sonrió un poco, optando por una expresión provocadora, para que supiera que no le tenía tanto miedo a su mordida como para hacer lo que él quisiera.
-Pues si, me preocupe por ti, cosa que no debería de haber hecho, me as mostrado que no merece la pena que lo hago- sus palabras eran demasiado severas pero era así, ella sentía que había perdido el tiempo al preocuparse por el contrario porque este solo seguía tratándola de forma tan irrespetuosa, no había sido lo más acertado, eso ya la había quedado claro -Así que no pienso hacerlo de nuevo, ni preocuparme por ti ni escribir nada en tú pizarra, mas bien te diré tú castigo. Coge una tiza nueva y escribe, "debo aprender a ser un caballero y tratar mejor a Lili", mientras tanto- los ojos de Lilibeth relucieron con un rojo hipnótico, más propio de los vampiros de sangre pura que de los neófitos ya que estos últimos no tenían poder alguno, y sin pensarlo dos veces destrozo la puerta delante suya de un puñetazo.
No espero a que el otro comenzase con su riña y tratase de morderla, sin pensarlo dos veces y, aun resonando el golpe contra la pared que tenía delante la puerta, comenzó su huida y no hacia su cuarto, no señor, ella era consciente de que si iba al cuarto quedaría encerrada con el vampiro por lo que corrió hacia la calle, él era más fuerte pero ella era más rápida y lo sabía ya que, cuando se dio el incidente con su padre el mayor no había podido seguir su ritmo. Llego a la calle y el suelo estaba completamente cubierto de nieve por lo que tuvo que afinar sus sentidos para no resbalar como había pasado el día anterior. Era consciente de que tenía al vampiro detrás de ella por lo que se interno un poco en el bosque que había cerca, los árboles la permitirían esconderse un poco y le darían menos visión al contrario de cual era su posición. Dado un momento, mientras corría y esquivaba al mayor no pudo evitar reír un poco, ¿cuándo había comenzado a divertirse con todo eso? Escapaba a sus conocimientos pero era cierto, se estaba divirtiendo de verdad. Ahora... ¿qué haría Mich para atraparla?
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"Debo aprender a ser un caballero y tratar mejor a Lili".
Le hubiera pedido que lo repitiera, a ver si se atrevía, no obstante, sabía que sí, lo diría una y otra vez con tal de humillarlo. Michelangelo vio la puerta del cuarto hecha trizas, la madera se rompió de un solo golpe y su crujir sonó demasiado, alertando a Carlo, en el piso de arriba. Para cuando este segundo había llegado al lugar de la colisión no encontró a nadie, ni a la aprendiz, ni al maestro, y es que de inmediato, aunque sin llegar a correr, solo a pasos largos, severos y deliberadamente rápidos, Mich le había seguido el rastro, no perdiendo ni por un segundo de vista esa cabellera negra meciéndose al son de la veloz Lilibeth. No podría compadecerse de ella, si la chica no le daba motivos para hacerlo, es más, ahora estaba enfurismado con ella.
Juraba odiarla, y lo que el vampiro no sabía, era que odiar significaba amar.
Fuera continuaba nevando, el espesor y la fría capa de hielo que cubría la vegetación, nívea en su totalidad, no le dificultó seguir las pisadas de la niña hasta el bosque conexo a la gran mansión, claro que, pronto las pisadas se dispersaron en su totalidad cuando se adentró. La escuchó reír, no sabía si de él o de la situación, optó más por esta primera... Estaba seguro de que Lilibeth no consideraba que él, como vampiro puro, podía distinguir la sangre caliente cercana a él, bastaba con dejar salir sus colmillos y más bajos instintos, así que eso hizo. Los hermosos dientes de marfil crecieron, esmaltados del blanco más claro existente, junto a los ojos, sin dudarlo, rojos vibrante.
Así, no tardó en dar con ella, escondida, correteando a su alrededor, solo esperó con paciencia a que creyera haberlo despistado, cuando la sorprendió de la forma más cruel posible, agarrando su cuello por la espalda y mordiéndola casi en el acto sobre la misma zona, con impulsividad que ni siquiera fue capaz de controlar y simplemente necesitó al oler su aroma, fue un mordisco desagradable, y si bien Michelangelo podía hacer de aquellos besos mortíferos algo placentero, no se dio cuenta de lo fuerte que estaba sosteniéndola o lo dañino que estaba resultando, pero, sin más, algo en su ADN lo volvió loco, y no creía en parejas predestinadas, simplemente supo que era adictivo.
Por suerte, reaccionó antes de que fuera demasiado tarde y se alejó con brusquedad, aunque sin mostrar una mínima vergüenza. Tampoco había bebido mucha sangre de la neófita, aunque para él parecía lo contrario, ella estaba perfectamente bien, como mucho habría sentido una punzada en el cuello, a la altura de la clavícula. No podía maltratar a esa persona, así que alejó sus colmillos de ella, dejando una profunda marca, seguida de un hematoma rosado, aún por formar. Pero, que no la pudiera maltratar, no significaba que su trato cambiase, es más, ahora estaba algo ido y sus labios, lengua, paladar, enrojecidos por su sabor.
— Debo aprender a ser un caballero y tratar mejor a Lilibeth —murmuró, a tono de broma, contra su oído, haciéndola girar para poder mirarla de frente. Sabía perfectamente el por qué de esa pelea, y sabía que si no lo hacía ahora, probablemente volvieran a pelear. Había querido besarla y, en vez de ello, se contuvo, alejó y despreció, ¿repetir el error? Michelangelo capturó sus labios de inmediato, sin darle un solo aliento para patear, gritar o insultarle, pues estaba casi seguro de que eso era lo que Lilibeth quería hacer.
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Se había sentido confiada y ese había sido su mayor error porque fue apresada en un abrir y cerrar de ojos había sido apresada por la espalda y mordida en el cuello. Un quejido salió de sus labios, los cuales estaban algo rojos debido al frío ambiente que los rodeaba. Cerró sus ojos, dolía el que la clavase los dientes de esa forma y la daba un miedo atroz ya que se acordaba de la noche en que fue convertida pero, esta vez, notó una gran diferencia. El vampiro se alejo de ella rápidamente no como aquella vez en la que la había matado y convertido en una como él, bueno, casi en una como él porque ella no podía ser una vampiresa de sangre pura, ¿esto era algo que hiciese sentir mal o inferior a Lili? La respuesta era definitivamente negativa, ella no se sentía inferior en ningún aspecto, es más, sentía que en algunas cosas era superior al vampiro que la acompañaba en esos momentos, igual que por mucho que la costase admitir, Michelangelo era superior a ella en otras muchas, así era la vida que la había tocado vivir, acompañar a ese hombre que la volvía loca porque no conseguía entender nada de él. Su piel se erizo ligeramente y un suave escalofrío recorrió su cuerpo, estaban demasiado cerca, era consciente de ello gracias a ese murmullo contra su oído pero su cuerpo no reaccionaba a alejarse de él y correr de nuevo, algo la decía que el otro planeaba algo pero no sabía que era y eso la ponía más nerviosa aun.
Se sintió como una muñeca cuando el otro la dio la vuelta, como si no tuviese vida y solo pudiese ser manejada a voluntad del otro y eso hizo que sus alarmas interiores volviera a saltar de forma irremediable. Lili quería pegarle, decirle lo bruto que había sido con ella y que se apartase, que no quería tenerlo tan cerca pero, ¿realmente deseaba eso? Si era así, ¿por qué su cuerpo no reaccionaba como era debido? Todas sus dudas, ideas y pensamientos murieron varios segundos después de que Michelangelo la diese la vuelta y era lo más normal, después de todo ¿quién no se quedaría completamente en blanco si te estaba besando el mismo hombre con el que no parabas de discutir y con el cual no parecías llegar a un entendimiento? Los labios de la joven temblaron contra los contrarios y algo paso en el interior de ella ya que parecía que dos partes de su ser estaban enfrentadas, una deseaba alejarlo y darle una buena patada en sus partes nobles y, la otra, la cual no sabía en que parte de su ser se encontraba, deseaba entregarse a ese beso y corresponder.
La pobre chica era un caos total y un manojo de nervios con sentimientos contradictorios por lo que solo atino a llevar sus manos al pecho contrario para tratar de separarlos pero no podía separarse del contrario, era como si Mich no la dejase otra escapatoria que perderse en ese beso que la estaba dando. Como buena cabezota que era Lili intento separarse del contrario con más esmero provocando una especie de baile entre ambos aun besándose, baile que acabo cuando la espalda de la joven choco contra un árbol. Ahora si que podía decir que no tenía escapatoria alguna Mich la tenía atrapada entre su cuerpo y un árbol y bien agarrada por lo que no podría separarse del otro. Presa del pánico la chica movió rápidamente su cabeza, consiguiendo que los labios de ambos se separasen, sentía que había sido un esfuerzo sobrehumano, como si ambos, inconscientemente, no quisieran romper ese beso, al menos eso era lo que sentía. Sus labios estaban rojos, entreabiertos y levemente hinchados por el beso, invitando de forma inconsciente a su acompañante a repetir el acto, sus mejillas habían tomado un hermoso color rojizo y su pecho subía y bajaba de forma acelerada debido a la agitación del momento y la cabeza bajada, en clara señal de timidez pero, como bien era sabido, la timidez en ella era pasajera. Cuando se vio capacitada para hablar alzo la cabeza y lo miro, tenía demasiados sentimientos alborotados en su interior y no sabía qué reclamarle primero.
-Se-Seras, ese era mi primer beso y tú lo sabías- en ese momento que la hubiera mordido o no quedaba relegado a un segundo plano, lo que realmente la importaba era el hecho de que le había robado su primer beso y no comprendía por qué ahora, el vampiro había tenido muchos momentos para hacerlo, entonces por qué.
La chica nuevamente se intento separar del cuerpo ajeno pero, en cuanto sintió la corteza del árbol supo que no la iba a ser tan sencillo hacerlo y que seguía estando en las manos del hombre que la tenía atrapada.
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Habría sido más considerado de ser otra persona, de estar en otra situación y desde luego, de no haber peleado con Lilibeth durante toda su estadía en el hogar, aún así la necesidad urgente que nacía de lo más hondo de su ser, no impidió que el beso fuera lento, a diferencia de tan agresiva mordida, Michelangelo se recreó al juntar sus labios, fue suave e incluso pausado, se limitó a acunar su labio inferior, morderlo un poco, lamerlo, pero en ningún momento fue más allá, después de todo, dudaba que fuera lo correcto en una primera toma de contacto, y quién sabe si le acabaría haciendo sangrar por su impertinencia. Alejado, desde hace un rato, rememoraba la escena, mirando a la menor, más baja que él, respirar pesado, como si ese beso hubiera durado la eternidad y más, ¿que ese había sido su primer beso? Al mayor le daba completamente igual... bueno, quizá no tanto; La muchacha que ella creía ser había muerto hace meses, con la transformación mortal que había recibido a tan pronta edad, ahora solo veía una vampiresa dispuesta a robarle todo, y el castaño respiró impotente, aunque la tuviera acorralada entre él y el árbol, algo poseía la menor que continuaba teniendo poder sobre él, el poder suficiente como para hacerle cuestionarse cosas y amedrentar sus errores, ahora desearía volver a besarla, pero con mucha más agresividad esta vez.
— Vamos a dejar esta actitud infantil —empezó, sintiéndose agotado, ¡por un maldito beso!—, y vamos a entrar a casa, ¿de acuerdo? —de todas formas, haría como si no le hubiera afectado lo suficiente como para jadear ligeramente. A Lilibeth le favorecía en exceso aquel sonrojo y esos labios rosados y mojados, así que apartó la mirada de una vez por todas, endureciendo la mandíbula y sintiéndose avergonzado de nuevo consigo mismo. Simplemente necesitaba algo, y era regresar a la comodidad de su hogar, tener las ideas claras y dejar ese frío tan molesto del exterior—; Tienes una puerta que arreglar y no quieres que vuelva a hacer lo que te he hecho ahora, ¿verdad? Pues habrá que solucionar el problema —al final, acabó por alejarse de ella, girándose de nuevo, y limpiándose la boca con el dorso de la camisa, frunciendo el ceño. ¿Qué le hacía? ¿Qué tipo de magia empleaba contra él para embrujarlo de este modo?
— Estoy esperando a que camines tú primero, Lilibeth, muévete —quejumbroso, gruñó por lo bajo, sin poderse quitar el sabor dulce de los labios de la menor.
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Se sentía en esos momentos demasiado extraña como para poder protestar, sus labios aun se sentían calientes por ese contacto a pesar del frío que hacía en el exterior. Se sentía tentada a llevar un par de dedos a la zona en cuestión y tocar su propia piel para comprobar si estaban tan calientes como ella los sentía o si tan solo eran imaginaciones suyas, su mente estaba confundida hasta extremos insospechados y volvía a sentir como su corazón palpitaba de nuevo algo acelerado por ese beso, maldito fuese Michelangelo, ¿por qué la hacía sentirse de esa forma? Se sentía una idiota porque no sabía identificar con exactitud que era lo que la pasaba y, como consecuencia, rehuía al mayor con más esfuerzo hasta que todo había desencadenado en ese beso, ¿si lo lamentaba? Lili se descubrió a si misma sin ningún tipo de remordimiento y eso fue lo que más llamo su atención, que parecía estar bien con ello.
No se atrevió en ningún momento a mirarlo a los ojos, se sentía demasiado avergonzada por lo que acababa de pasar, tanto que por el momento ni siquiera había sido capaz de reclamarlo por su osadía. Comenzó a caminar hasta la casa, sus pasos eran tranquilos y un poco lentos, estaba pensando, pensando en como iba a mirar al otro ahora a los ojos o como iba a poder regresar a su comportamiento habitual cuando había pasado todo eso. También estaba segura de que esa actitud tímida quedaría a un lado en cuanto el otro volviera a comportarse como siempre, sí, Michelangelo ya se estaba comportando como el idiota y arisco que era pero la situación había sido realmente extraña y lo más extraño de todo había sido esa "amenaza", ¿había sido su imaginación o la había amenazado con un beso?
Llegaron hasta la casa y aun Lilibeth no había dicho absolutamente nada, sentía su cuerpo demasiado frío, después de todo ella estaba con un vestido y una misera cazadora, la única parte de su cuerpo que sentía caliente seguían siendo sus labios, ¿cuánto tiempo más los sentiría de esa forma? No quería ni saberlo. Por un momento su mente se pregunto si el vampiro sentía algo parecido a lo que ella pero lo dudaba, él no sentía absolutamente nada. Antes de entrar se paro un momento y, por primera vez en todo el trayecto lo miro, por un lapso corto de tiempo. Ella no lo sabía ya que no podía ver su rostro pero sus mejillas seguían con un hermoso tono rojizo, menor que cuando se separaron pero ahí estaba, además de que sus labios seguían rosado debido al beso comportado.
-Adiós- fue su única palabra antes de entrar a la casa y perderse en el lugar hasta llegar al cuarto que supuestamente era suyo.
Cerró la puerta tras de si con un ligero portazo y se quito la cazadora, que llevaba puesta para ponerse un jersey que había comprado el otro día, con él se sentiría más caliente. La chica no tenía ganas y valor suficiente para salir del cuarto y tampoco tenía intención alguna de arreglar la puerta mencionada así que no se movería del cuarto en todo el día, era algo que tenía más que claro y que viniera el otro a reclamar el por qué no lo hacia ya que parecía que al tener de nuevo calor en el cuerpo su personalidad volvía a flote.
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Una pobre elección de sus acciones, eso fue lo que hizo Michelangelo, ésta venía acompañada de remordimiento y necesidad de retractarse. Pero hecho quedaba. El adulto llevo sus manos sinuosas a sobre sus labios, rojos, carnosos, ardientes por el beso. Suspiró. Quisiera girarse y decirle que todo iba bien, pero nada iba bien, nada en absoluto, se maltrataban mutuamente y se destruían por sus arrogancias respectivas, eso no podía ser sano, y ahora todo ello comenzaba a pasarle factura al vampiro, quien parecía por fin en sus cabales y consciente de lo que había hecho, de lo impropio que esto era de él, al menos, tenía cierto punto de templanza, y había perdido toda la cordura anteriormente.
Caminó por el bosque nevado en silencio, liderando la marcha hacia el hogar, si antes la cosa estaba negra, ahora directamente carecía de color alguno. Frustración era el sentimiento más aproximado a lo que ahora rondaba la mente del castaño, no hablaban, y se mantenían en silencio todo el trayecto, hasta que incluso llegaron y ni siquiera se miraron a los ojos. Qué desastre.
Where is my mind?
Gracias a la iniciativa de Lilibeth por entrar en la casa sin musitar palabra más que la justa y la movida por el nerviosismo, se ahorraron un momento de incomodidad. Michelangelo llegó a una conclusión: no podía decirle nada de aquello a Carlo, es más, no volvería a informar a su hermano mayor de nada en absoluto relacionado con el tema, era algo que debía aclarar y explorar por sí mismo, y de suceder algo entre ellos, se quedaría entre ellos, ya que no eran pocas las cosas extrañas y las tensiones sin resolver que se desarrollaban entre la pareja, cuando apenas llevaban tratando unas semanas.
Con algo de suerte, Michel acudiría a su despacho, no para evocar recuerdos indeseados, sino para poner su mente en su sitio y recuperar algo de entereza, corregiría exámenes, trabajos finales, ejercicios de su alumnado, y se marcharía a su habitación, aún pensativo. Llegó a una fácil conclusión: necesitaba pasar tiempo, aunque fueran horas limitadas, lejos de la joven, ¿y de qué forma lograba eso? Si ella volvía a cursar sus estudios, si volvía al instituto. ¿Idea arriesgada? Puede, pero si se entretenía con sus amistades, quéhaceres y responsabilidades, Michelangelo quizá pudiera descansar la mente unos minutos de calidad. Además, no le daba clase, ¿verdad? No la vería más de la mitad de un día completo, y tendría tiempo para estar en su hogar solo un par de horas, quizá, diarias.
Besar a alguien de diecinueve o dieciocho años... Se llevó la mano al rostro, molesto consigo y frunciendo el ceño.
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La chica suspiro de manera pesada, esto era demasiado agotador para su mente, estaba tan desconcertada que no sabía que hacer o como reaccionar ante lo que había pasado en el bosque pero si que tenía algo claro, si continuaba en esa habitación, encerrada, se volvería completamente loca por lo que tomo una decisión. Se acerco hasta el armario donde estaba la ropa que había comprado el día anterior y comenzó a recorrerlo con la mirada, allí encontró los pantalones negros que había comprado y una camisa roja de manga larga. Con tranquilidad se desvistió y se puso esa ropa, también buscó el abrigo reforzado que había visto, era blanco y tenía plumaje para estar más caliente cuando saliera por lo que, una vez estuvo lista, tomo un libro en sus manos. No iba a arreglar la puerta, no por nada en especial o por llevar la contraria al vampiro, simplemente opinaba que estaba mejor donde estaba a que ella la arreglase cuando no tenía idea alguna de como hacerlo. Busco en la habitación un libro que había adquirido el día anterior y se dispuso a salir un rato a la calle, no estaba nevando, solo hacia frío y estaba el suelo cubierto de nieve por lo que dar una vuelta y leer un poco la vendría bien para aclarar sus ideas.
Salió a la calle con tranquilidad, dejando que el frío recorriera sus manos y cara, aun así seguía habiendo una parte de su rostro que seguían estando calientes y ese parte eran sus labios, no podía dejar de pensar en el beso y eso era muy malo, mucho, a este paso, ¿qué pasaría en un futuro? Negó con la cabeza ligeramente y se encamino hasta el bosque, buscaría algún lugar donde poder estar tranquila y leer algo pero las cosas no siempre salen como uno desea, ¿verdad? No se había alejado tanto de la mansión cuando sintió que alguien la estaba siguiendo, escuchaba el crujir de la nieve y no era solo una persona.
-Vaya, vaya, una vampirita sola por estos lares, que bien que cambiamos nuestra zona de caza, ¿verdad amigos?- Lili escucho esas palabras y un olor llego hasta ella, olía a... chuco mojado, un olor que la desagrado bastante.
-Es cierto, hermano, ¿qué podemos hacer con ella?- pregunto una mujer que se acercaba hasta el primero en hablar y colocaba un brazo sobre los hombros ajenos.
-Podríamos llevárnosla y jugar un poco con ella, esta en edad fértil y es muy joven, además es atractiva, ¿me la puedo quedar?- otro más apareció, los tres parecían ser hermanos, al menos a sus ojos así era.
-¿Tú te quieres quedar conmigo? No me hagas reír- los ojos de Lili se tornaron rojos, sus uñas crecieron pero, a diferencia de la otra vez, casi no se notaba la diferencia, simplemente eran más filosas y, sus colmillos, poco o nada salían de sus labios, era como si su imagen de vampiresa se estuviera tornando cada vez más fina y delicada, además de que su cuerpo también tenía un nuevo cambio, esta vez en su cabello, las puntas de este habían tomado un suave color plateado, al igual que su flequillo.
-Jajajaja, te han rechazado.. bueno, igualmente creo que nos la llevaremos, como decías es muy bella- el primero la ataco pero Lili lo repelió con facilidad, haciendo que el hombre se estrellase contra un árbol, dando un ruido seco.
-¡Hermano! Pagaras por esto putita- dijo de forma fría la mujer mientras se preparaba para atacar, por su parte Lili solo se puso en posición de defensa, observando como el primer "chucho", al cual había repelido con facilidad, se levantaba, listo para atacarla, ¿cómo saldría de esto?
La pelea había comenzado, por el momento había conseguido repelerlos de forma satisfactoria pero eran tres y ella no estaba lo suficientemente entrenada, además de que el día anterior no había tomado sangre alguna. En un momento de despiste por su parte, la licantropa la había atacado, haciéndola un simple corte en su mejilla pero lo suficiente para hacerla sangrar ligeramente. Como represalia Lilibeth, algo enfurecida, la cogió del pelo y la dio un fuerte golpe en la boca del estomago, haciendo que esta sangrase debido al daño infligido. Sin pensarlo dos veces le soltó el cabello y termino por estrellarse en un árbol, haciendo que este se resintiera.
"¿Qué puedo hacer?
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Cruzado de piernas, estaba en una de las sillas a la altura de la encimera de la cocina, ojeando su teléfono móvil y las curiosidades que escribían los otros profesores en el grupo de WhatsApp, que si un alumno era totalmente irreverente, que si otro faltaba demasiado y había que controlarlo más... A Michelangelo nunca le gustó demasiado el sistema educativo europeo y suspiró desanimado, por su parte, como profesor de Inglés, no acotaría palabra y en silencio buscaría el pdf siguiente: "cómo controlar a tu hijo descontrolado" y, sí, se puso a leerlo. Primero de nada, Lilibeth no era su hija, segundo, más que descontrolada, estaba pasando por una etapa de asimilación, pero aún así, ahora mismo era lo mejor que tenía, y a saber dónde paraba Carlo, hacía horas que no había escuchado ruido provenir de su habitación, es más, ¿y si había hablado con ella de lo sucedido, se había indignado y se había marchado un tiempo para despejar la mente? Michel frunció el ceño y se concentró en la lectura.
>> Evite gritar. Mal hecho. >> Evite las luchas de poder. Muy mal hecho. >> Destaque conductas positivas. ¿Es que acaso las había entre ambos?
Reajustó sus gafas de pasta negra y miró al suelo, una gota de sangre lo manchaba, probablemente de la mucha que tenían guardada en el castillo. ¿De dónde y de quién salía toda esa sangre? No quieres saberlo. Estaba absorto en su mundo, y lo estaba tanto que no escuchó a Lilibeth marchar de la mansión o el almizcle a licántropo rozó sus fosas nasales.
— ¿Y si hablamos por correo? —murmuró, en voz baja para sí mismo, haciéndose una imagen mental muy extraña en la que él le pedía su correo electrónico a ella, para hablar por dicho medio y no tener que mirarse a la cara nunca más. No, no, muy de preadolescente. El adulto frunció el ceño consternado por no saber encontrar una salida al lío, su cabello estaba hasta algo alborotado debido a la situación. Mientras tanto, fuera una pelea se desataba, y no fue hasta minutos más tarde, cuando su nueva aprendiz empezó a sangrar, que no se dio cuenta de lo que ocurría.
Por supuesto, Mich temió lo peor, y no precisamente pensó en una pelea, sino en que quizá Lilibeth se había herido intencionalmente, que no le extrañaría, ya que había declarado por pasiva y por activa que su vida era tremendamente miserable cuando estaba con él. Luego, sí, distinguió también que había otros con él, y un instinto muy básico de sobreprotección se activó en su persona, tal y como el día en el que la capturó sola y ensangrentada en el bosque, manchada de fluidos que no eran los propios. Como fue de esperar, Michelangelo no tardó en llegar a la escena del crimen, silencioso, había tres licántropos que la tenían acorralada contra un árbol y parecían tener intenciones de acabar con ella o profanarla.
La presencia del chupasangres no se hizo tardar en notar, su sombra parecía tres veces más grande y sus pasos retumbaban con hastío en el suelo. Uno de los hermanos se giró para mirarlo, y Mich frunció el ceño, sus colmillos u ojos rojos aún no asomaban, sin embargo, su cabello había crecido y sus esclerótidas estaban negras como la noche.
— ¿Quién os ha dado autorización para estar aquí? —cuestionó, a lo lejos, pero lo suficiente cerca como para sonar ronco y profundo. Corría el rumor en el pueblo, de que una bestia habitaba los bosques, esta no era más que el vampiro, quien consideraba aquel terreno como suyo y atacaba a todos los insensatos que se adentraran. El trío pareció temerle un poco, aún así, no mostraron indicios de soltar a Lilibeth o mucho menos hacerle caso a sus advertencias—. Tenéis un minuto para marcharos —siseó, enemistado con los intrusos, y su cabello marrón creciendo aún más, hasta la altura de su cintura, tal y como lo hacía siempre que se transformaba completamente—. Siempre he querido saber a qué sabe la sangre de Licántropo y creo que hoy no es el día para que lo averigüe. Sesenta segundos o os desollo los dedos uno a uno y luego acabo con vuestras vidas —lo inquietante es que ahí no iba encubierta ninguna mentira, Michelangelo estaba harto ese día y lidiar con insurrectos era lo último que deseaba, cuanto antes se le pusiera fin al problema mejor, incluso si para hacerlo se debía recurrir a la violencia.
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La pelea estaba durando demasiado, cuando la licantropa estuvo fuera de juego a Lilibeth le fue bastante sencillo lidiar con ambos hombres pero cuando regreso, algo repuesta del golpe dado, ya no pudo seguir controlandola. Su estaba apunto de sentir la corteza del árbol en su espalda cuando escuche una voz que se le hacía conocida. Alzo su cabeza hacia el lugar donde había escuchado la voz y su corazón dio un fuerte brinco, no se había esperado que Michelangelo llegase para ayudarla. Los licantropos se veían un tanto indecisos, al menos los hombres, la mujer miraba a Lili de forma amenazante ya que esta la había dañado de verdad. La loba saco los colmillos a Lili y se acerco para atacarla, esto hizo que en un rápido movimiento la joven vampiresa se pusiera en la espalda contraría, pasando un brazo por su cuello, colocando su puño en su brazo para hacer palanca y asfixiarla lentamente.
-Maldita vampiresa, te mataré, lo juro- la chica no dijo nada ante las amenazas contrarias, solo apretó más el agarre, si hacia un poco más de fuerza rompería el cuello contrario.
Lilibeth era una chica normalmente tranquila, con la única persona que llegaba a discutir era con Mich y se debía a sus personalidad tan diferente y, a la vez, tan iguales. Los dos licantropos veían como su hermana se resistía pero, al resistirse de esa forma también se estaba ahogando ella sola. Intentaron acercarse para rescatar a su hermana pero, cuando lo hicieron, la joven vampiresa apretó más aun el agarre, haciendo que la otra se quejase por la brutalidad de la presión.
-Suelta a nuestra hermana y nos olvidaremos de tú falta- el hombre quería parecer seguro pero, en su voz había un matiz de miedo, el cual Lili sintió y, con esa simple duda, los ojos rojos de la chica relucieron, ella era más fuerte y lo sabía.
-Me atacáis cuando estaba por leer un libro, me amenazáis con violarme, entre los tres os ha costado mucho tiempo el conseguir acorralarme y, por si fuera poco, ante el descuido por mi parte de bajar la guardia cuando apareció Michelangelo vuestra mascota me ataca y me amenaza de muerte, debería de descuartizarla- su voz era fría y sus ojos reflejaban un odio absoluto, ni con todas las peleas que había tenido con Mich y todas las veces que había dicho odiarlo, nunca, jamás, había mirado al contrario de esa mismo forma.
-No supliquéis, no me va a matar- Lilibeth estaba perdiendo la poca paciencia que le quedaba, habían sido unos días horribles y, por primera vez, su sangre la quemaba la piel, algo en ella la pedía matar a esos tres y se estaba controlando porque aun tenía humanidad en su interior.
-Hay personas tan estúpidas que se les da una oportunidad para vivir y la rechazan por ser como son, bien, tú lo as querido, no me dejas otra opción- sonrió ligeramente, mostrando sus filosos y pequeños colmillos, algo completamente diferente a los de la otra vez.
En ese momento Lilibeth se dispuso a partir el cuello a la licantropa y el único que podía pararla era Mich, por ello, y como una muestra extraña por su parte de respeto al contrario, lo miro a los ojos, un simple asentimiento del contrario y la mataría.
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Apretó un puño impotente por las amenazas que estaba recibiendo su chica. ¿Que la iba a matar? Por favor, ¿decir eso delante de Michelangelo Godsgrief? ¿Quién se creía que era? Pensaba, en principio, que Lilibeth iba a necesitar ayuda, aún así, parecía controlar tanto la situación, que le dio la vuelta a todo, y estaba ahogando a la licántropa, quien no cesaba en retorcerse y gruñir, como un perro malherido, hasta que sus gruñidos se convirtieron en jadeos desesperados por aire y sus hermanos mediaron palabra, temerosos de perder a la sangre de su sangre por aquella osadía. Godsgrief masculló decepcionado y dio una respiración honda, para hacer subir y bajar su pecho una sola vez, tranquilizándose y dejando su ira vampírica de lado. Muy al contrario de Lilibeth, quien aún seguía molesta, por obvias y lógicas razones, que la hacían hablarle a los licántropos más que decepcionada y lista para hacer alguna locura.
No esperaba algo tan virulento por parte de Lili, por eso aún estaba procesando sus palabras cuando le miró con los colmillos listos para desollar. Aún en unas circunstancias así, agradeció tener poder para elegir, o al menos, exhortar.
—No —murmuró, no muy alto, pero claro para que ella pudiera leer sus labios. No quería que matase a nadie, se mancharía las manos de sangre y ya había supuesto un trauma para ella el hacerlo en una ocasión anterior, ¿en qué iba a ser diferente ahora? Michelangelo mataba por instinto y por naturaleza, pero no quería ese futuro para ella, ni mucho menos.
Lilibeth había vivido parte de su vida como humana, al igual que Carlo, Carlo muchas veces se rehusaba a matar, o directamente, quizá nunca lo hizo, había tipos y tipos de vampiros, y no quería enseñar a una neófita inclemente así como violenta. Si se alejaba tanto de lo que había vivido y de lo que su padre le había enseñado, podría llegar a un punto de no retorno y no aprendería a discernir, quizá le afectara a niveles que ni ella misma imaginaba, pues quienes matas, te persiguen toda tu vida, los recuerdas por los gestos que hicieron antes de morir, los ruidos, sus últimas palabras, cuánto gritaron... y aquella era una experiencia que no le deseaba a ella, no la veía con la fuerza como para soportarlo, no porque la conocía, aunque pareciera justo lo contrario. Declinó la oferta negando, para darle más énfasis a su "no" previo, y como también estaba más relajado, no le costó volver a su aspecto habitual, sin los ojos centelleando o esa larga melena castaña. Ya volvía a ser el mismo Michelangelo de siempre, el profesor del instituto del pueblo -aunque esa sombra escondiera a una verdadera bestia- con apariencia de conde y cara de niño bueno.
—No merece que manches tu paladar con sangre de ratas, vayámonos, por favor, Lilibeth —podía leer el terror en los ojos de los hermanos de la licántropa, y aunque ella no tuviera ningún miedo a Michel, sabía que acabaría cediendo a la mayoría, y que ellos eran mucho más sensatos y en cuanto se girase se irían corriendo si no deseaban que el vampiro les diera caza—. Ha sido suficiente —declaró decidido, sin ganas de contradicciones, mas no le sorprenderían por parte de la chica.
Hiciera lo que hiciera, Mich estaría ahí, si no la mataba, para escoltarle las espaldas, si la mataba, para defenderla de los hermanos.
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Lilibeth miro y entendió todo movimiento de Michelangelo y le dio el suficiente tiempo como para relajarse un poco, su sangre aun la quemaba en las venas, estaba por volverse completamente loca pero quería relajarse, rezaba por relajarse totalmente. Lo que consiguió que su sangre dejase de clamar en su interior fue escuchar a Mich que no merecía la pena y la pedía por favor que se fuesen. Suspiro con pesadez y sin pensarlo dos veces empujo a la loba contra sus hermanos para que estos la cogiesen. La mujer comenzó a toser, se había mostrado con mucho valor pero había estado al borde de la muerte y el miedo se notaba en sus ojos. Iba a volverse para coger su libro e irse cuando sintió que la loba quería atacarla nuevamente. Se preparó para atacarla pero no paso nada, sus hermanos la pararon en el acto.
-¡¿Quieres matarnos a todos?!- escupió uno de sus hermanos mientras la miraba en forma de aseveración -Mira bien antes de actuar, simplemente la chica sola te hubiese matado, ¡deja de actuar como una idiota y vamos a casa!- no pudo decir nada, solo asintió a las palabras de su hermano, miro a Lilibeth con odio y se soltó del agarre, lista para irse o al menos eso mostró a simple vista.
Lilibeth aun no daba la vuelta después de lo que había pasado, desconfiaba de esa loba por lo que cuando la chica se volteo y fue a atacarla solo se pudo apreciar el rápido movimiento de Lilibeth en forma de un flash. Cuando todos se quisieron dar cuenta la mujer estaba en empotrada contra un árbol e inconsciente. La joven, a la cual casi no le quedaba ni un ápice de color negro en su cabello, miro a los hermanos.
-No esta muerta, no la he matado. Podéis cogerla e iros- su tono era bastante frío, se estaba controlando como buenamente podía porque estaba casi cegada por la ira que había despertado en ella la "estúpida".
Ambos chicos cogieron a su hermana, al parecer la mejor solución había sido noquearla para que así dejase de moverse. Se fueron rápidamente, sin despedirse o hacer ningún tipo de amago para atacarla por lo que toda la presión que sentía Lilibeth en el cuerpo se esfumo tan rápido como llego. Pronto sintió su cuerpo sumamente pesado y no pudo evitar caer de rodillas en la nieve. Su pelo fue tomando su color original, sus ojos y colmillos volvieron a la normalidad y el pequeño aumento que había tenido en las uñas pronto dejo de existir, estaba completamente exhausta. su visión estaba un poco distorsionada en un comienzo pero, cuando se dio cuenta que la nieve debajo de ella adquiría un tono rojizo recordó que la habían hecho un corte en la cara, por ello llevo su mano a la mejilla dañada y se quejo sin poderlo evitar.
-Auch- rápidamente sus dedos se alejaron de la herida.
Con curiosidad la chica observo que las mangas de la chaqueta estaban algo dañadas y se sintió mal, la había gustado la chaqueta. Poco a poco trataba de juntar energías para poder levantar su cuerpo de la nieve, comenzaba a tener frío pero, simplemente, su cuerpo no respondía.
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A lo largo de esos precisos momentos, sentía que no estorbaba, que su presencia allí no solo beneficiaba a agravar el conflicto, sino que había mediado y había ayudado a solucionarlo entre comillas, aunque la decisión final sí quedó en manos de Lilibeth. La licántropa hizo un nuevo amago de ataque, el cual fue magistralmente esquivado por su ¿aprendiz?, esos movimientos no eran los movimientos de una mera aprendiz, pero por x motivos, Michelangelo no dijo mucho más en presencia de los híbridos de hombrelobo, solo los miró amenazantes y para cuando la menor estaba a su vera, colocaba una mano sobreprotectora sobre su hombro, o bien para callar el odio interno que llevaba consigo la chica o bien para dar una advertencia a los licántropos de que no se volvieran a acercar, no supo con exactitud por cuál de los dos motivos.
Ignoró tanto el estado de Lilibeth mientras observaba disiparse en la niebla a las tres figuras, que solo se percató de su estado cuando desvanecía en el suelo. Michel se arrodilló de inmediato, iba a haberle echado una buena reprimenda, pero en su lugar, ahora estaba más que cualquier otra cosa, preocupado.
—Mucha energía liberada —dictaminó, cauto. Después de eso, colocó una mano en la cintura de ella, mientras que pasaba el brazo de la chica por sus hombros, ayudándola a levantarse así. Esta vez no la cargaría de otro modo, pero el contacto seguía sintiéndose tan personal como aquella lejana primera vez. En verdad, estaba deseando echarle una bronca, como de costumbre, pero se reprimió, en lugar de eso, solo preguntó—. ¿Tanto te cuesta ser obediente? —no estaba de humor para peleas, no obstante, lo preguntaba de verdad, lo preguntaba tan en serio, que se veía por su tono de voz y el eco del mismo sobre la nieve que poco a poco se fundía sobre el lecho de hierva congelada, que si Lilibeth empezaba otra pelea, habría serios problemas—. ¿Por qué? —empezaron a caminar con torpeza, el vampiro miraba al frente, tan siquiera a ella—, ¿Por qué querías matarla? —él no recordaba haberle enseñado ese instinto básico, solo le instruyó algo de defensa personal que acabó siendo un lamentable espectáculo porque casi se besan—. No creo que seas la clase de persona a la que le gusta matar gente, aunque sea por defensa propia... o quizá simplemente estoy creando un monstruo como yo.
El castaño no sonreía en lo más mínimo, estaba concentrado en llegar a su casa, que, por ahora, parecía muy lejana, estuvo tan preocupado por encontrarla que no reparó en la distancia que estaba recorriendo al salir.
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Estaba agotada, la costaba mucho seguir el paso de Michelangelo y, sobretodo, ahora que podía pensar se daba cuenta de lo que había hecho, se encontraba bastante sorprendida por su forma de actuar, nunca antes se imagino siquiera que algún día actuaría de esa manera. Estaba sumida en sus pensamientos pero, cuando escuchó hablar al hombre a su lado sus pensamientos, salió al instante de estos. La verdad era que no sabía que responder a esas preguntas, tampoco sentía ni tenía las suficientes fuerzas como para ponerse a discutir con el mayor, se sentía extremadamente cansada y solo tenía ganas de llegar a la casa contraria y descansar un poco pero, ante la afirmación contraría de que quizás estaba creando un monstruo como él elevo suavemente la cabeza y sus ojos se dirigieron al rostro contrario. Hasta el momento su cabeza había estado agachada debido a la falta de energía en su cuerpo pero, ante tal afirmación, quería dejar algunas cosas claras.
-Si soy sincera no se por qué quería matar a esa licantropa, ahora que me paro a pensar en lo que sucedió hay partes en las que siento como si no fuese yo- susurró, estaban cerca y Michel tenía buen oído por lo que consideraba que no necesitaba alzar demasiado la voz, además de que tal y como estaba en ese momento no podía hablar mucho más alto. Suspiro de forma pesada, rememorando lo sucedido por lo que cerró un momento los ojos, estaba siendo guiada por el contrario así que, mientras andase, podía seguir avanzando -Recuerdo bien que había salido para leer un poco y tranquilizarme, no consideraba que hacer lo que dijiste fuese algo bueno, al menos no para tú estudio- ella no tenía ni idea de reparar puertas por lo que, si el otro la había dicho que lo hiciese se encontraría con que sería imposible por su falta de conocimiento -Me aleje algo de la casa y encontré ese sitio, me pareció bueno para estar tranquila y relajarme mientras leía...- al pensar en el libro recordó que no lo llevaba por lo que se sintió mal consigo misma, a saber donde estaba y en que condiciones -Justo estaba dispuesta a comenzar la lectura cuando aparecieron y decían cosas demasiado estúpidas, que era bonita, que sería de ellos... Al parecer les sentó un poco mal que los rechazase y a la mujer que patease el culo a su hermano- estaba hablando con total normalidad ya que hasta ese momento no sentía nada extraño -Pero, no sé, según pasaba el tiempo me incomodaba cada vez más el olor, se me hacia demasiado desagradable, el que me atacasen, las heridas, poco a poco me sentía más y más enfadada hasta que comencé a sentir como si mi sangre ardiera dentro de mi y, poco a poco, mi cuerpo comenzaba como a reaccionar solo, era como si solo me moviese por... ¿instinto? Creo que esa sería la palabra para definir lo que sucedió a partir de ese momento.
Ni ella misma sabía como clasificar lo que la había pasado, ¿cómo llamar a algo que ni siquiera tú mismo sabes que es? Volteo su mirada de nuevo al frente, comenzaba a pensar que debía de dejar de ser tan impulsiva, esta vez había resultado herida levemente y había molestado a Michelangelo aunque... ¿por qué había ido a buscarla?
-Si-Siento haberte metido en este problema- por suerte a él no le había pasado nada aunque seguramente ni esos tres juntos le podrían haber hecho algo, Michel era muy fuerte, mucho más que ella, solo había que ver como habían retrocedido ante su sola presencia -Gracias por... ayudarme- su voz se convirtió en casi un suspiro, las pocas energías que la quedaban se habían evaporado al igual que su consciencia.
Su cuerpo dejo de mantenerse a si mismo, provocando que se acercase al contrario, ya su consciencia se había ido, estaba completamente dormida, la única diferencia que se presentaba de como dormía normalmente era que unos pequeños colmillos se dejaban ver. Lili llevaba ya dos días sin probar sangre por lo que estaba algo débil de por si pero contando con lo que había pasado entre ella y Mich, el que él la mordiera y bebiese su sangre y la lucha de después, era lógico que necesitase beber algo para recuperar energías, por suerte esta vez solo había perdido la conciencia, no había matado a nadie.
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"No lo sé", menuda explicación, bufó Michelangelo, visibilizando su malestar al mínimo posible. Según le explicaba el escenario la que se vio sumida, el agarre de la mano del vampiro sobre la muñeca ajena se acentuó con ira, no hacia ella, sino hacia los licántropos, de todas formas, seguía pensando que habían hecho bien, que, en particular, ella había hecho bien en no tomar represalias. Le murmuró un "hnm" apreciativo a sus agradecimientos, la mirada fija al frente.
—Tú hiciste todo, no hay nada que agrade-- —justo terminando la frase, el peso de la chica pasó a ser completo, notó que su brazo perdía la fuerza, así como todo su cuerpo lo hacía, apretó los labios y buscó el rostro menudo en búsqueda de respuestas, sus párpados habían caído y sus mejillas estaban más pálidas de lo normal, respiraba, muy débilmente, pero era algo.
El castaño siseó por lo bajo, cuán inoportuno resultaba aquello. Cuidadoso de no hacer ningún daño aún mayor, su antebrazo la alzó por una zona un poco anterior a las rodillas y aprovechó la posición en la que ya de por sí estaban para usar su otra mano y colocarla rodeando su cintura, de modo que ella pudiera recostarse sin grandes dificultades contra el pecho del mayor. La miró una última vez, rastreando la herida que tenía por la pelea contra los licántropos y la mordida que le había hecho ese mismo día en el cuello, roja y preocupante. Antes de continuar pensando, decidió ponerse en marcha inmediatamente, logrando que ambos llegaran a la comodidad del hogar Godsgrief antes de quince minutos, Carlo salía casualmente de la cocina y los encontró a medio camino, Michel decidido a seguir recto hasta encontrar su cuarto, y Carlo, extrañándose por ello.
— ¿Qué ha pasado? —cuestionó, haciendo que su hermano por fin notara su presencia.
—Una pelea con unos licántropos, tráeme un poco de sangre al cuarto Carlo, por favor —el mentado asintió y se perdió en la cocina de nuevo, entonces Michelangelo aprovechó para llevarla a su habitación, tal y como recordaba haber hecho la primera vez que se vieron formalmente y con declaración de intenciones de por medio.
La recostó en su cama, como era menuda y poco pesada no costó demasiado. Tras despejar algunos cabellos desordenados que se habían pegado a sus mejillas por la humedad de la nieve y la propia sangre, buscó en el aseo del cuarto algo de desinfectante para heridas y agua junto a algodón. Regresó para limpiar y dar los cuidados necesarios a la larga línea roja que surcaba esa faz, todavía en el proceso de hacerlo, Carlo llegaba sosteniendo un vaso carmesí importante, el cual dejó en la mesita de noche al lado del lecho.
—Me iré, si necesitas cualquier cosa, avísame, dime si se recupera.
Michelangelo asintió serio, mirando a su hermano con amor. Seguidamente, colocó una venda sobre el corte, que ya había dejado de sangrar gracias a los cuidados del vampiro. Quitó la chaqueta, calcetines y zapatos de la menor, esta vez no haría como la otra, no la desnudaría porque a saber qué espectáculo le armaba... tampoco es como si fuera muy necesario; Le tomó el pulso unos segundos y luego alzó su cabeza para poder hacerle tomar algo de sangre, aún estando dormida. Logró que bebiera un cuarto del total que su hermano había portado, lo cual creía suficiente por ahora, pues cuando despertara acabaría con el resto. Todo apuntaba a una falta de energías notoria, los colmillos, la forma en la que se desplomó y que su tonalidad cambiara al beber esa escasa sangre.
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Decir que tuvo un sueño reparador sería mentir, incluso estando dormida la joven no conseguía descansa, las imágenes de ese día, lo que había vivido, estaba demasiado presente en ella y no podía soñar con tranquilidad. Aun así había algo que la relajaba entre tanta incomodidad, era algo externo a ella, una calidez que la recorría el cuerpo en su totalidad. En su interior, Lili, se encontraba sumida en la confusión y esto se reflejaba en sus sueños, eran caóticos, su interior podía apreciar varias cosas que eran raras como el echo de que ella y Michelangelo habían tenido varios momentos "extraños" por llamarlos de alguna forma. La primera vez que se despertó, en ese hogar, estaba desnuda, literalmente, solo la tapaba un par de mantas el cuerpo y quien la había desnudado había sido el vampiro que la había transformado y arrebatado su vida normal. Se enfado mucho con él, muchísimo, también se había enfadado con él por sus palabras, por como la trataba, la había mordido en muchas ocasiones, en un accidente por poco se besan y, finalmente, ese mismo día Mich la había besado. Todos esos acontecimientos habían conseguido enfadarla muchísimo pero no había sido nada comparado con lo que había sucedido esa tarde, al sentir que esos hombres querían reclamarla se había asustado y, después, había pasado a enfadarse y ya de ahí había pasado a una ira casi incontrolable, ¿por qué no se había mostrado así con el vampiro cuando la beso?
Su cuerpo lentamente recuperó su energía, el haber bebido sangre, aunque fuese muy poca, la estaba ayudando a reponerse, no muy rápido pero si poco a poco, tardo toda la noche en recuperar su consciencia. Poco a poco sus ojos se iban abriendo, ¿qué hora sería? Estaba descuadrada y tenía vagos recuerdos de lo que había sucedido el día anterior. Se quedo un momento pensativa pero no conseguía colocar sus recuerdos así que optó por sentarse en la cama pero, fue en ese momento, que sintió a alguien a su lado, esa calidez que la había acompañado todo el rato. Suspiro de manera imperceptible, creía saber a quien pertenecía y lo corroboró cuando, al girar la cabeza, vio a Michelangelo a su lado. En un comienzo no supo como reaccionar, ¿qué debía hacer? El tenerlo a su lado le había devuelto los recuerdos del día anterior de un plumazo, la pelea entre ambos, la persecución, el mordisco, su beso, la vuelta a casa, su huida para arreglar la puerta y ponerse a leer, el encuentro con los licantropos, la lucha, cuando ese hombre apareció para ayudarla cual príncipe azul y su desmayo mientras volvían a casa, además había otro recuerdo grabado en su memoria y piel, la calidez de Mich a su lado. Todo era un lío en la cabeza de la joven la cual tenía ganas de estirar sus cabellos tanto hasta el punto de arrancarlos de la cabeza pero no deseaba actuar como una trastornada. Con delicadeza llevo un de sus manos al hombro contrario y quiso susurrar pero algo paso. Lili se quedo observando al hombre dormido a su lado pero no pudo evitar fijarse en el rostro contrario, parecía un ángel mientras dormía, también era un hombre muy atractivo y no estaba segura de por qué sentía que los labios contrarios la llamaban. Se dio cuenta de que se estaba perdiendo demasiado y decidió susurrar de una vez, antes de que sus pensamientos cada vez fuesen más raros.
-Michelangelo, ¿estás bien?- su tono era bajo, se notaba aun que estaba débil pero al menos estaba consciente, eso era un gran paso -Michelangelo....- volvió a llamar suavemente, esta vez moviendo con suavidad al contrario.
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Era tan difícil. Estuvo callado, cerca de Lilibeth durante unas horas, su brazo apoyado sobre parte de la almohada donde reposaba su cabeza, y los ojos fijos a cualquier síntoma negativo. Tenía pecas, una nariz respingona, piel nívea y cabello cenizo. Al final, Michelangelo casi acababa durmiéndose sentado al lado de la cama, pero justo antes de hacerlo, Carlo llegaba para echar un vistazo, despertando a vampiro menor ipso facto. El castaño le dijo que no había de qué preocuparse por el momento, que los signos vitales de la chica se mantenían estables y sin anomalías. Carlo los despidió al poco tiempo y Michelangelo suspiró dubitativo, para luego hacer a un lado la maraña de pensamientos que tenía dentro suyo y acostarse también. Fue cuidadoso de no hacerla daño y acomodarse de forma que no perturbara el sueño ajeno.
—Otra vez aquí —murmuró cerca de su silenciado rostro—, como si no te importara nada —cerraba los ojos con pesadumbre, sabiéndose arrepentido la mañana siguiente. Enzarzó un brazo sobre el plano estómago de la menor, dándole calor y un abrazo disimulado, posesivo pero escueto, mientras por otra parte, se recostaba en su antebrazo, los rizos avellana caían sobre su rostro, así como los mechones indiscretos que lo cruzaban de tanto en tanto. En breves minutos se durmió, y la noche transcurrió sin altibajos o malas noticias, podría decirse que el saber que Lilibeth estaba bien y "bajo control" le ayudó a conciliar el sueño, y es que se sentía demasiado responsable de esa pequeña como para que ahora fueran matándola unos estúpidos chuchos.
No soñó, o no recordaba haber soñado nada cuando unas lentas caricias en su brazo izquierdo lo alertaban. Tardó mucho en abrir los ojos, en primer lugar porque distinguía la voz de Lilibeth y no quería darle explicaciones, en segundo, porque quería seguir dormiendo, hacía apenas dos horas que se había acostado. Hostigado, sus ojos adormilados bajaron hasta el rostro de la chica, estaban entrecerrados y dispuestos a volver a su situación anterior. A penas agarró un poco más fuerte la cintura de la chica y la miró.
— ¿Qué? —no respondía mucho a sus actos, más que nada no se enteraba bien de lo que pasaba a su alrededor recién levantado, menos lo haría en esos instantes—. Es hora de dormir —sentenció, sin dar lugar a dudas, cerrando los ojos, y esta vez apoyando el mentón sobre su menuda cabeza—. Tienes un poco de sangre para beber en la mesita de noche, para reponer energías —dicho aquello, bostezó. En algún momento de la noche, no sabía si por su parte o por la de ella, sus piernas se habían entrelazado, y los pies fríos de él habían encontrado un súbito calor en los de ella, de forma curiosa. Desinhibido de responsabilidades, no pensaba dedicarse a separarse de la chica, estaba por la labor de continuar durmiendo más que cualquier otra cosa en el mundo.
—Cualquier cosa que quieras decir ahora, puede esperar a mañana —la censuró, por si las moscas. Cualquier cosa que quieras puede esperar, esto es más importante. Quizá aquella era su forma de compensar por todas las tonterías que había hecho, junto con la preocupación que había desencadenado el verla desmayarse.
--------- Última respuesta.
Cuando vio que Michelangelo abría sus ojos un extraño sentimiento se adueño de su corazón, ¿la había estado acompañando todo el rato? Parecía ser así, además parecía que no había podido dormir mucho, se podía apreciar en como actuaba. Trago saliva ligeramente al sentir la situación en la que estaban, el hombre a su lado la estaba abrazando de la cintura, por decirlo de algún modo y, además, había colocado la barbilla en su cabeza, la situación era demasiado vergonzosa, al menos a su punto de vista. No era capaz de decir nada, aun estaba débil y la situación se la hacía rara pero, a la vez, sentía una extraña comodidad al estar al lado contrario. Asintió sin mover mucho la cabeza, evaluando un poco la situación. Sus cuerpos estaban realmente cerca, sus piernas estaban enroscadas las unas con las otras, además de lo que ya había notado con anterioridad. Se quedo acostada mirando el rostro ajeno, ¿qué la estaba pasando? No consideraba muy oportuno el moverse, no estando como estaban en ese momento, parecía que podían estar cerca y no pelearse. Cerró nuevamente sus ojos por un momento, sentía su garganta seca debido a lo que había pasado pero no se sentía con las suficientes fuerzas como para coger el vaso con sangre, ¿qué sería lo mejor? Además de que no tenía mucha movilidad, estaba realmente entre los brazos ajenos y sus cuerpos unidos.
-Esta bien, descansa- por lo menos se sentía mejor que hacía unas horas aunque... ¿cuánto tiempo había estado dormida? No era consciente del tiempo transcurrido.
Intentó descansar, volver a dormirse, pero no podía y sabía el motivo, olía la sangre del vaso y estaba hambrienta, Lili odiaba verse en esa tesitura pero poco podía hacer, era su nueva naturaleza y en esos momentos era lo único que podía hacer. Con mucho cuidado se incorporo un poco, el brazo contrario aun seguía en su cuerpo y sus pies enredados, los sentía muy calientes, le gustaba esa sensación. Tomó el vaso y miro la sangre, sentía dudas pero sabía que debía hacer por lo que suspiro con resignación, cerró sus ojos para no ver absolutamente nada y bebió el contenido para, acto seguido, alejar la copa de sus labios y dejarla en la mesilla, aun no se sentía muy cómoda bebiendo sangre pero era normal, ¿cuántos meses habían pasado desde su cumpleaños y desde el momento en el que fue convertida? No estaba segura. Se tumbó de nuevo al lado de Michelangelo y cerró sus ojos con completa tranquilidad, ahora, tras haber comido algo y con la calidez comenzaba a sentir el sopor invadirla. Suspiro con pesadez y, por alguna razón que escapaba a su comprensión, algo así como una necesidad muy fuerte la cual nacía de su interior, se acurruco un poco más al cuerpo contrario, volviendo a la posición en la que estaban antes de que se incorporase, solo con una pequeña variante, esta vez Lili se encontraba de lado, el brazo contrario seguía alrededor de su cintura, la barbilla contraria apoyada en su cabeza y sus piernas enredadas pero, esta vez, ella se encontraba acurrucada en el pecho del vampiro, sentía mucha calidez y comodidad por lo que no tardaría mucho más tiempo en dormirse, ¿cómo habían acabado de esa forma? Aun no estaba segura pero tampoco preguntaría en ese momento, lo que deseaba era descansar y estar de esa forma.
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